sábado, 2 de agosto de 2014

Cómo hacer

Chile.
Allí,
cuando el afuera se hizo adentro y el adentro se hizo desierto,
Allí,
cuando el Capitalismo y el Imperio han conquistado todas las esferas que definen la realidad.
Allí, 
cuando en la última fase de su desarrollo, el Capital logro transformarse en signos, valores, verdades, crítica, logro traducirse estéticamente.
Allí, 
cuando todo perdió sentido ante la espectacularidad y sus representaciones.
Allí, 
nos preguntamos 'Cómo hacer'...

TIQQUN. Fragmentos de ¿Cómo hacer?

Alzarse. Alzar la cabeza. Por elección o por necesidad. Poco importa, en verdad, desde ahora.
Mirarse a los ojos y decir que recomenzamos. Que todo el mundo lo sepa, lo más rápido posible.
Recomenzamos.
Se acabó la resistencia pasiva, el exilio interior, el conflicto por sustracción, la supervivencia. Recomenzamos. En veinte años, hemos tenido tiempo para ver. Hemos comprendido. La demokracia para todos, la lucha “antiterrorista”, las masacres de Estado, la reestructuración capitalista y su Gran Obra de depuración social,
mediante selección,
mediante precarización,
mediante normalización,
mediante “modernización”.
Hemos visto, hemos comprendido. Los métodos y los objetivos. El destino que SE nos reserva. Y el que SE nos niega. El estado de excepción. Las leyes que ponen a la policía, la administración y la magistratura por encima de las leyes. La judicialización, la psiquiatrización, la medicalización de todo lo que se sale del cuadro. De todo lo que se fuga.
Hemos visto. Hemos comprendido. Los métodos y los objetivos.

Cuando el poder establece en tiempo real su propia legitimidad,
cuando su violencia deviene preventiva
y su derecho es un “derecho de injerencia”,
entonces ya no sirve de nada tener razón. Tener razón contra él.
Hay que ser más fuerte, o más astuto. Es por esto también que recomenzamos.

Recomenzar no es nunca recomenzar algo. Ni retomar un asunto allí donde lo habíamos dejado. Lo que recomenzamos siempre es otra cosa. Siempre es inaudito. Porque no es el pasado lo que nos empuja, sino precisamente lo que en él no haadvenido.
Y porque somos también nosotros mismos, entonces, quienes recomenzamos.
Recomenzar quiere decir: salir de la suspensión. Restablecer el contacto entre nuestros devenires.
Partir, de nuevo,
desde donde estamos,
ahora.

Por ejemplo, hay golpes
que ya no SE nos darán.
El golpe de la “sociedad”. Por transformar. Por destruir. Por volver mejor.
El golpe del pacto social. Que unos quebrarían mientras que otros son capaces de fingir
“restaurarlo”.
Estos golpes, no SE nos darán más.
Hace falta ser un elemento militante de la pequeña burguesía planetaria,
un ciudadano verdaderamente
para no ver que ella ya no existe,
la sociedad.
Que ella ha implosionado. Que ya no es sino un argumento para el terror de los que dicen re/presentarla.
A ella que se encuentra ausente.

Todo lo que es social se nos ha vuelto ajeno/extraño/extranjero [étranger].
Nos consideramos absolutamente desvinculados de toda obligación, de toda prerrogativa, de toda pertenencia social.
“La sociedad”,
es el nombre que ha recibido a menudo lo Irreparable,
entre aquellos que querrían que también fuera
lo Inasumible.
Quien rechaza ese señuelo deberá dar
un paso de distancia.
Operar
un ligero desplazamiento
respecto de la lógica común
del Imperio y de su contestación,
la de la movilización,
respecto de su común temporalidad,
la de la emergencia.

Recomenzar quiere decir: habitar esa distancia. Asumir la esquizofrenia capitalista en el sentido de una facultad creciente de desubjetivación.
Desertar pero guardando las armas.
Fugarse, imperceptiblemente.
Recomenzar quiere decir: concentrar la secesión social, en la opacidad, entrar
en desmovilización,
sustrayendo hoy a tal o cual red imperial de producción-consumo los
medios de vivir y luchar para, en el momento elegido,
sabotearla.

Hablamos de una nueva guerra,
de una nueva guerra de partisanos. Sin frente ni uniforme, sin ejército ni batalla
decisiva.
Una guerra cuyos focos se despliegan a distancia de los flujos mercantiles aunque conectados entre ellos.
Hablamos de una guerra totalmente en latencia. Que tiene el tiempo.
De una guerra de posición.
Que se libra ahí donde estamos.
En nombre de nadie.
En nombre de la existencia misma,
que no tiene nombre.

Operar ese ligero desplazamiento.
Ya no temer a su tiempo.
“No temer a su tiempo es una cuestión de espacio”.
En la okupa. En la orgía. En el motín. En el tren o el pueblo ocupado. En búsqueda, en medio de desconocidos, de una free party inencontrable. Hago la experiencia de ese ligero desplazamiento. La experiencia
de mi desubjetivación. Devengo
una singularidad cualquiera. Un juego se insinúa entre mi presencia y todo el aparato de cualidades que me están ordinariamente vinculadas.
En los ojos de un ser que, presente, quiere estimarme por lo que yo soy, saboreo la decepción, su decepción al ver que he devenido tan común, tan perfectamente
accesible. En los gestos de otro, una inesperada complicidad.
Todo lo que me aísla como sujeto, como cuerpo dotado de una configuración pública de atributos, siento que se derrite. Los cuerpos se deshacen en su límite. En su límite, se indistinguen. Barrio tras barrio, lo cualquiera arruina la equivalencia. Y yo alcanzo
una desnudez nueva,
una desnudez impropia, como vestida de amor.
¿Uno se evade alguna vez por sí solo de la prisión del Yo?

En la okupa. En la orgía. En el botín. En el tren o el pueblo ocupado. Nos reencontramos.
Nos reencontramos
como singularidades cualesquiera. Es decir,
no sobre la base de una común pertenencia,
sino de una común presencia.
Esto es
nuestra necesidad de comunismo. La necesidad de espacios de noche, donde seamos capaces de
reencontrarnos
más allá
de nuestros predicados.
Más allá de la tiranía del reconocimiento. Que impone el re/conocimiento como distancia final entre los cuerpos. Como ineluctable separación.
Todo lo que uno —el novio, la familia, el entorno, la empresa, el Estado, la opinión— me reconoce, es ahí que uno cree tenerme.
Por el recuerdo constante de lo que soy, de mis cualidadesuno querría abstraerme de cada situación. uno me querría arrebatar en toda circunstancia una fidelidad conmigo mismo que es una fidelidad con mis predicados.
se espera de mí que me comporte como hombre, empleado, parado, madre, militante o filósofo.
se quiere contener entre los bordes de una identidad el curso imprevisible de mis devenires.
se me quiere convertir a la religión de una coherencia
que se ha escogido para mí.

Cuanto más soy reconocida, más mis gestos se encuentran entrabados, interiormente entrabados. Heme aquí capturada en la malla ultraceñida del nuevo poder. En las redes impalpables de la nueva policía: la policía imperial de las cualidades.
Existe toda una red de dispositivos en los que me hundo para “integrarme”, y que esas cualidades meincorporan.
Todo un pequeño sistema de fichaje, identificación y policiaje mutuos.
Toda una prescripción difusa de la ausencia.
Todo un aparato de control comporta/mental, que apunta al panoptismo, a la privatización transparencial, a la atomización.
Y dentro del cual forcejeo.

Necesito devenir anónima. Para estar presente.
Cuanto más anónima soy, más estoy presente.
Necesito zonas de indistinción
para acceder a lo Común.
Para no reconocerme ya en mi nombre. Para no escuchar en mi nombre sino la voz que lo llama.
Para hacer consistir el cómo de los seres, no lo que son, sino cómo son lo que son. Su forma-de-vida.
Necesito zonas de opacidad en donde los atributos,
incluso criminales, incluso geniales,
ya no separen a los cuerpos.
...

Política de la singularidad cualquiera.
Un devenir-cualquiera es más revolucionario que todo ser-cualquiera.
Liberar espacios nos libera cien veces más que todo “espacio liberado”.
Más que poner en acto un poder, yo gozo de la puesta en circulación de mi potencia.
La política de la singularidad cualquiera reside en la ofensiva. En las circunstancias, los momentos y los lugares en que serán arrancados
las circunstancias, los momentos y los lugares
de un anonimato tal,
de una parada momentánea en un estado de simplicidad,
la ocasión de extraer de todas nuestras formas la pura adecuación a la presencia,
la ocasión de estar, finalemente,
ahí.

No se protesta contra el Imperio por su gestión. No criticamos al Imperio.
Nos oponemos a sus fuerzas.
Ahí donde uno está.
Decir lo que a uno le parece tal o cual alternativa, ir a donde se nos llame, todo esto ya no tiene sentido. No hay proyecto global alternativo al proyecto global del Imperio. Pues no hay proyecto global del Imperio. Hay una gestión imperial. Toda gestión es mala. Los que reclaman otra sociedad harían mejor comenzando por ver que ya no la hay. Y tal vez dejarían entonces de ser aprendices-gestionarios.
Ciudadanos. Ciudadanos indignados.

El orden global no puede ser tomado por enemigo. Directamente.
Pues el orden global no tiene lugar. Al contrario. Es más bien el orden de los no-lugares.
Su perfección no consiste en ser global, sino en ser globalmente local. El orden global es la conjuración de todo acontecimiento ya que es la ocupación acabada, autoritaria, de lo local.
Uno se opone al orden global sólo localmente. Por la extensión de las zonas de sombra sobre los mapas del Imperio. Por su puesta en contacto progresiva.
Subterránea.

La política que viene. Política de la insurrección local contra la gestión global. De la presencia recobrada sobre la ausencia de sí. Sobre la extrañeza ciudadana, imperial.
Recobrada mediante el robo, el fraude, el crimen, la amistad, la enemistad, la conspiración.
Mediante la elaboración de modos de vida que sean también
modos de lucha.
Política del tener-lugar.
El Imperio no tiene lugar. Administra la ausencia haciendo planear por todas partes la amenaza palpable de la intervención policial. Quien busca en el Imperio a un adversario con el cual medirse encontrará el aniquilamiento preventivo.
Ser percibido es, a partir de ahora, ser vencido.

Aprender a devenir indiscernibles. A confundirnos. Volver a tener gusto
por el anonimato,
por la promiscuidad.
Renunciar a la distinción,
Y para desarticular la represión:
componer en el enfrentamiento las condiciones más favorables.
Devenir astutos. Devenir despiadados. Y para esto
devenir cualesquiera.

Cómo hacer? es la cuestión de los niños perdidos. Aquellos a los que no se ha recordado. Aquellos que tienen los gestos mal asegurados. A quienes nada ha sido dado. Cuya criaturalidad, errancia, no deja de traicionarse.
La revuelta que viene es la revuelta de los niños perdidos.
El hilo de la transmisión histórica ha sido roto. Incluso la tradición revolucionaria nos deja huérfanos. El movimiento obrero sobre todo. El movimiento obrero que se ha vuelto instrumento de una integración superior al Proceso. Al nuevo Proceso, cibernético, de valorización social.

...
La crítica se ha vuelto vana. La crítica se ha vuelto vana porque equivale a una ausencia. En cuanto al orden dominante, todo el mundo sabe a qué atenerse. Nosotros ya no tenemos necesidad de teoría crítica. Ya no tenemos necesidad de profesores. La crítica gira a favor de la dominación, a partir de ahora. Incluso la crítica de la dominación.
Reproduce la ausencia. Nos habla desde donde no estamos. Nos propulsa a otra parte. Nos consume. Es cobarde. Y permanece refugiada
cuando nos envía a la masacre.
Secretamente enamorada de su objeto, no deja de mentirnos.
De ahí los idilios tan cortos entre proletarios e intelectuales comprometidos.
Esos matrimonios de razón donde no se tiene la misma idea ni del placer ni de la libertad.

Más que nuevas críticas, son nuevas cartografías
lo que necesitamos.
Cartografías no del Imperio, sino de las líneas de fuga fuera de él.
¿Cómo hacer? Necesitamos mapas. No mapas de lo que está fuera del mapa.
Sino mapas de navegación. Mapas marítimos. Herramientas de orientación. Que no buscan decir, representar, lo que hay al interior de los diferentes archipiélagos de la deserción, sino que nos indican cómo llegar a ellos.
Portulanos.

...
El Imperio tiene miedo.
El Imperio tiene miedo a que devengamos cualesquiera. Un medio delimitado,
una organización combatiente. No les teme. Pero una constelación expansiva de okupas, granjas autogestionadas, viviendas colectivas, concentraciones fine a se stesso, radios, técnicas e ideas. El conjunto reunido por una intensa circulación de los cuerpos y los afectos entre los cuerpos. Ése es otro asunto.

La conspiración de los cuerpos. No de los espíritus críticos, sino de las corporeidades críticas. He ahí lo que el Imperio teme. He ahí lo que lentamente adviene,
con el incremento de los flujos,
de la defección social.
Hay una opacidad inherente al contacto de los cuerpos. Y que no es compatible con el reino imperial de una luz que ya no ilumina las cosas
más que para desintegrarlas.
Las Zonas de Opacidad Ofensiva no están
por crear.
Están ya ahí, en todas las relaciones en que sobreviene una verdadera
puesta en juego de los cuerpos.
Lo que hace falta es asumir que formamos parte de esa opacidad. Y dotarse de los medios
para extenderla,
para defenderla.
Por todas partes donde se llegan a desarticular los dispositivos imperiales, a arruinar todo el trabajo cotidiano del Biopoder y el Espectáculo para exceptuar de la población una fracción de ciudadanos. Para aislar nuevosuntorelli. En esa indistinción reconquistada
se forma espontáneamente
un tejido ético autónomo,
un plano de consistencia
secesionista.
Los cuerpos se agregan. Recuperan el aliento. Conspiran.
Que tales zonas estén condenadas al aplastamiento militar importa poco. Lo que importa,
es en cada caso
componer una vía de retirada bastante segura. Para volverse a agregar en otra parte.
Más tarde.
Lo que sustentaba el problema del ¿Qué hacer? era el mito de la huelga general.
Lo que responde a la cuestión ¿Cómo hacer? es la práctica de la huelga humana.
La huelga general permitía interpretar que había una explotación limitada
en el tiempo y en el espacio,
una alienación parcelaria, debida a un enemigo reconocible, y por tanto derrotable.
La huelga humana responde a una época en que los límites entre el trabajo y la vida acaban por difuminarse.
En que consumir y sobrevivir,
producir “textos subversivos” y precaverse de los efectos más nocivos de la civilización industrial,
hacer deporte, el amor, ser padre o bajo Prozac.
Todo es trabajo.
Porque el Imperio gestiona, digiere, absorbe y reintegra
todo lo que vive.
Incluso “lo que soy”, la subjetivación que no desmiento hic et nunc,
todo es productivo.
El Imperio ha puesto todo a trabajar.
Idealmente, mi perfil profesional coincidirá con mi propia cara.
Incluso si ésta no sonríe.
Las muecas del rebelde se venden muy bien, después de todo.

Imperio, es decir que los medios de producción se han vuelto medios de control al mismo tiempo que lo contrario se verificaba.
Imperio significa que de ahora en adelante el momento político domina
al momento económico.
Y contra esto, la huelga general ya no puede nada.
Lo que hay que oponer al Imperio es la huelga humana.
Que nunca ataca las relaciones de producción sin atacar al mismo tiempo
las relaciones afectivas que las sostienen.
Que socava la economía libidinal inconfesable,
que restituye el elemento ético —el cómo— reprimido en cada contacto entre los cuerpos neutralizados.
La huelga humana es la huelga que, allí donde se esperaba
tal o cual reacción previsible,
tal o cual tono apenado o indignado,
prefiere no.
Se oculta del dispositivo. Lo satura, o lo estalla.
Se recobra, prefiriendo
otra cosa.
Otra cosa que no esté circunscrita en los posibles autorizados por el dispositivo.
En la ventanilla de tal o cual servicio social, en las cajas de tal o cual supermercado, en una conversación educada, en una intervención de la poli,
según la relación de fuerzas,
la huelga humana hace consistir el espacio entre los cuerpos,
pulveriza el double bind en que están capturados,
los conduce a la presencia.
Hay todo un ludismo por inventar, un ludismo de los engranajes humanos
que hacen girar el Capital.
...

Existen también autores
en cuya obra se encuentra todo el tiempo
la huelga humana.
En Kafka, en Walser,
o en Michaux,
por ejemplo.

Adquirir colectivamente esa facultad de sacudir
las familiaridades.
Ese arte de frecuentar en sí mismo
al huésped más inquietante.

En la guerra presente,
en la que el reformismo de emergencia del Capital tiene que tomar los hábitos del revolucionario para hacerse entender,
en la que los combates más demókratas, aquellos de las contracumbres,
recurren a la acción directa,
un papel nos está reservado.
El de mártires del orden demokrático,
que golpea preventivamente todo cuerpo que pudiera golpear.
Debería dejarme inmovilizar ante una computadora mientras las centrales nucleares explotan, mientras que sejuega con mis hormonas o a envenenarme.
Debería entonar la retórica de la víctima. Ya que, es sabido,
todo el mundo es víctima, incluso los opresores mismos.
Y saborear que una discreta circulación del masoquismo
reencante la situación.

La huelga humana, hoy en día, consiste en
rechazar desempeñar el papel de la víctima.
Atacarlo.
Reapropiarse la violencia.
Arrogarse la impunidad.
Hacer comprender a los ciudadanos pasmados
que si no entran en la guerra están en ella de cualquier forma.
Que allí donde se nos dice que es tal cosa o morir, es siempre
en realidad
tal cosa y morir.

Así,
de huelga humana
en huelga humana, propagar
la insurrección,
donde ya sólo hay,
y donde somos todos,
singularidades
cualesquiera.

martes, 1 de julio de 2014

Acerca del Partido Imaginario

De un lado la humanidad radiante, cuidadosamente formateada, transparente a todos los rayos del poder, idealmente despojada de experiencia y ausente de sí hasta el cáncer. Del otro, nosotros, esa masa de mundos infra-espectaculares, de parias intersticiales: existencias inconfesables de los que no se reconocen en la tibieza climatizada del paraíso imperial.

lunes, 9 de junio de 2014

Bifo, entrevistas (extractos)

Dice que la “deserotización” de la vida cotidiana es el peor desastre que la humanidad pueda conocer. Es que se pierde -explica- la empatía, la comprensión erótica del otro. Franco Berardi, antiguo militante insurreccional en Italia, analiza aquí, como en su obra toda, la compleja relación entre procesos sociales y los cambios tecnológicos en curso.

-Usted caracteriza el momento actual como “semiocapitalismo”. ¿Por qué?

-Semiocapitalismo es el modo de producción en el cual la acumulación de capital se hace esencialmente por medio de una producción y una acumulación de signos: bienes inmateriales que actúan sobre la mente colectiva, sobre la atención, la imaginación y el psiquismo social. Gracias a la tecnología electrónica, la producción deviene elaboración y circulación de signos. Esto supone dos consecuencias importantes: que las leyes de la economía terminan por influir el equilibrio afectivo y psíquico de la sociedad y, por otro lado, que el equilibrio psíquico y afectivo que se difunde en la sociedad termina por actuar a su vez sobre la economía.

-Precisamente usted habla de la economía actual como “una fábrica de la infelicidad”. ¿Podría especificar esta idea?

-Los efectos de la competencia, de la aceleración continua de los ritmos productivos, repercuten sobre la mente colectiva provocando una excitación patológica que se manifiesta como pánico o bien provocando depresión. La psicopatía está deviniendo una verdadera epidemia en las sociedades de alto desarrollo y, además, el culto a la competencia produce un sentimiento de agresividad generalizado que se manifiesta sobre todo en las nuevas generaciones. Recientemente la Durex, la mayor productora mundial de preservativos, encargó una investigación al Instituto Harris Interactive. Fueron elegidos veintiséis países de culturas diversas. Y en cada país fueron entrevistados miles de personas sobre una cuestión simple: qué satisfacciones experimentaban con el sexo. Sólo el 44 por ciento de los entrevistados respondió que experimentaba placer a través de la sexualidad. Esto significa que ya no somos capaces de prestarnos atención a nosotros mismos. Pero tampoco tenemos tiempo suficiente para prestar atención a aquellos que viven alrededor nuestro. Presos de la espiral de la competencia ya no somos capaces de entender nada del otro.

-Es lo que usted denuncia como “deserotización” de la vida cotidiana…

-La deserotización es el peor desastre que la humanidad pueda conocer, porque el fundamento de la ética no está en las normas universales de la razón práctica, sino en la percepción del cuerpo del otro como continuación sensible de mi cuerpo. Aquello que los budistas llaman la gran compasión, esto es: la conciencia del hecho de que tu placer es mi placer y que tu sufrimiento es mi sufrimiento. La empatía. Si nosotros perdemos esta percepción, la humanidad está terminada; la guerra y la violencia entran en cada espacio de nuestra existencia y la piedad desaparece. Justamente esto es lo que leemos cada día en los diarios: la piedad está muerta porque no somos capaces de empatía, es decir, de una comprensión erótica del otro.

-¿Cuál es la conexión entre estos fenómenos con la actual dinámica del capital?

-Creo que tenemos que tener en cuenta la relación entre ciberespacio -en constante ampliación y en constante aceleración- y cibertiempo, es decir, el tiempo de nuestra mente entendida en sus aspectos racionales y afectivos. El capitalismo empuja a la actividad humana hacia una aceleración continua: aumentar la productividad para aumentar los beneficios. Pero la actividad es hoy, sobre todo, actividad de la mente. Quien no logra seguir el ritmo es dejado de lado, mientras que para quienes buscan correr lo más velozmente posible para pagar su deuda con la sociedad competitiva, la deuda aumenta continuamente. El colapso es inevitable y de hecho un número cada vez más grande de personas cae en depresiones, o bien sufre de ataques de pánico, o bien decide tirarse debajo del tren, o bien asesina a su compañero de banco. En Inglaterra, la violencia homicida se está difundiendo en las escuelas, donde en los últimos meses ha habido una verdadera hecatombe: decenas se suicidaron con un tiro de revólver. La guerra por doquier: éste es el espíritu de nuestro tiempo. Pero esta guerra nace de la aceleración asesina que el capitalismo ha inyectado en nuestra mente.

-Ante este “diagnóstico”, ¿usted encuentra una relación entre política y acción terapéutica?

-Creo que la política no existe más, al menos en Europa y en Estados Unidos. El discurso es diferente tal vez para los países de América latina, donde se asiste a un retorno de la política que es muy interesante, pero es una contratendencia respecto del resto del mundo. Lo vemos muy bien en Italia, donde hay un gobierno de centroizquierda que hace exactamente la misma política que la derecha. ¿Por qué pasa esto? ¿Por qué los partidos que se proclaman socialistas o comunistas están constreñidos a aceptar una política económica hiperliberal? Porque la democracia representativa ya no cuenta más y las opciones fundamentales son impuestas desde los grandes grupos financieros, económicos y militares. El vacío de la política puede ser rellenado solamente por una práctica de tipo terapéutico, es decir, por una acción de relajación del organismo consciente colectivo. Se debe comunicar a la gente que no hay ninguna necesidad de respetar la ley, que no hay ninguna necesidad de ser productivo, que se puede vivir con menos dinero y con más amistad. Es necesaria una acción de relajamiento generalizado de la sociedad. Y es necesaria una acción psicoterapéutica que permita a las personas sentirse del todo extrañas respecto de la sociedad capitalista, que les permita sentir que la crisis económica puede ser el principio de una liberación, y que la riqueza económica no es en absoluto una vida rica. Más bien, la vida rica consiste en lo contrario: en abandonar la necesidad de tener, de acumular, de controlar. La felicidad está en reducir la necesidad.

-¿Qué significa la pregunta por la felicidad como desafío político?

-La cuestión de la felicidad no es sólo una cuestión individual, más bien es siempre una cuestión de lo más colectiva, social. Crear islas de placer, de relajación, de amistad, lugares en los cuales no esté en vigor la ley de la acumulación y del cambio. Esta es la premisa para una nueva política. La felicidad es subversiva cuando deviene un proceso colectivo.

Entrevista "Capitalismo y subjetividades" de Verónica Gago,  extraída de: http://www.lavaca.org/notas/quien-es-y-como-piensa-bifo/

domingo, 8 de junio de 2014

Estractos de Tiqqun

"Hic et nunc — Los hombres de este tiempo viven en el corazón del desierto, dentro de un exilio infinito que es al mismo tiempo interior. Sin embargo, cada punto del desierto se abre al entrecruce de un sinnúmero de caminos, para quien sabe ver. Ver es un acto complejo; exige del hombre que se mantenga despierto, que entre en sí mismo y parta de la nada que encuentre ahí. De ese modo, los Veladores del alba próxima se volverán familiares de aquello mismo que el ejército en desbandada de nuestros contemporáneos no tiene ninguna otra tarea que huir. Al igual que muchos otros antes que ellos, deberán mantener el veneno y el rencor de todos los durmientes, sueño masivo de estos últimos que vendrán a perturbar, por medio de su simple mirada. Conocerán el despotismo de los filisteos yse rodeará sobre su sufrimiento una obcecación voluntaria. Pues es en estos días más que nunca que “aquellos que no comprenden cuando han escuchado, aquellos que parecen sordos y de los que atestigua el proverbio: estando presentes, están ausentes” (Heráclito) tienen para sí el número y la potencia. Y es más probable que dichos hombres prefieran crucificar a aquellos que vienen a disipar la ilusión de su seguridad, que a aquellos que la amenazan verdaderamente. No les basta con ser indiferentes a la verdad. La quieren muerta. Día tras día, exponen su cadáver, pero éste no se corrompe en absoluto.
Kairós — A pesar de la extrema confusión que reina en su superficie, y quizá en virtud de esto precisamente, nuestro tiempo es de naturaleza mesiánica. A medida que la metafísica se realiza, vemos cómo lo ontológico aflora en la historia, en un estado puro, y en todos los niveles. En estrecha relación con esto, vemos aparecer un tipo de hombre cuya radicalidad al interior de la alienación precisa la intensidad de la espera escatológica. Y al mismo tiempo que este término de hombre adquiere un sentido que hasta ahora sólo podía tener bajo el aspecto de la idea en los sistemas más detestables, distinciones muy antiguas se desvanecen. La soledad, la precariedad, la indiferencia, la angustia, la exclusión, la miseria, la condición de extranjero, todas las categorías que el Espectáculo despliega para hacer el mundo ilegible desde el ángulo social, lo hacen simultáneamente límpido en el plano metafísico. Todas ellas recuerdan, aunque de manera diferenciada, el completo desamparo [déréliction] del hombre en el momento en que la ilusión de los “tiempos modernos” acaba de devenir inhabitable, es decir, en el fondo, en el momento en que llega [quand vient] el Tiqqun. Y es entonces que el Exilio del mundo es más objetivo que la constante de gravitación universal fijada en 6.67259·10-11 N·m2/kg2."
De Teoría del Bloom.

lunes, 30 de enero de 2012

El reconocimiento de la Guerra: Aforismos

"La errancia gobierna este abandono. Vagamos. Vagamos entre las ruinas de la civilización; y precisamente porque se encuentra en ruinas, no nos será dada la posibilidad de enfrentarla. Es una guerra bien curiosa esta en la que nos hallamos comprometidos. Una Guerra que requiere que se creen mundos y lenguajes, que abran y ofrezcan lugares, que se constituyan hogares, en medio del desastre".
Coordenada de "Llamamiento y otros Fogonazos".

He decidido comenzar a despilfarrar ciertas ideas que desde hace algún tiempo vengo guardando para mí. Se me hace bastante difícil construir un hilo conductor para estos pensamientos pues van y vienen. Pienso por tanto, que es posible definir ciertos aforismos que puedan generar ciertas reflexiones, capaces de entrelazarse sin un orden lineal. Esto me ayudaría bastante a lograr expresarlas.
La mayoría de estos aforismos, surgen de una idea que desde hace algún tiempo vengo acuñando: La Guerra.
Intento referirme a La Guerra en el sentido del quiebre, en el sentido de la destrucción de una estructura. La guerra que deviene de la Lucha de una especie contra su ambiente, de la lucha entre sus miembros, de la lucha de la consciencia individual ( colectiva y multi dimensional), la guerra sobretodo - y al final - por la libertad nunca conquistada.
Con esto no se pretende exponer reflexiones conciliadoras acerca de la Guerra, todo lo contrario; sobretodo es un deber, definir una postura, asumir una condición, y desde esa condición comenzar a plantear las preguntas.
Estos aforismos apuntan a eso, reflexionar, generar golpes, resonar en nuestros valores, en nuestros miedos, confrontar, para luego volcarse en nuestra identidad, que siempre está en proceso de construcción.

domingo, 15 de enero de 2012

Hacia el fin de la máquina ciudad tal como la conocemos.

"Las metrópolis contemporáneas son los puntos de concentración máxima de estas técnicas políticas del capitalismo. Las metrópolis son ese medio donde no hay ya casi nada que uno pueda re apropiarse. Un medio en el que todo está hecho para que lo humano se relacione solamente consigo mismo, se produzca separado de las otras formas de existencia, coincida con ellas o las utilice pero sin encontrarse nunca con ellas."
Coordenada de "llamamiento y otros fogonazos."

martes, 8 de noviembre de 2011

Generación Post Alfa


"Prólogo al colapso

Se calcula que una persona nacida en 1935 habrá trabajado alrededor de 95.000 horas en el curso de su existencia. En 1972 se presentaba, en cambio, una vida laborable de 40.000 horas, pero para los contratados en el año 2000 se deben calcular alrededor de 100.000 horas de trabajo, invirtiendo una tendencia secular que había reducido constantemente el tiempo de trabajo.
A partir de los años 80 estamos obligados a trabajar cada vez más para compensar la merma continua del poder adquisitivo de los salarios, para enfrentar la privatización de un número creciente de servicios sociales y para poder comprar todos aquellos objetos que el conformismo publicitario impone a una sociedad en la que las seguridades psicológicas colectivas han disminuido.
Aunque algunos teóricos como André Gorz o Jeremy Rifkin habían previsto una reducción del tiempo de trabajo social y una expansión del tiempo libre, lo que sucedió en los años 90 es exactamente lo contrario: desde aquella década la jornada laboral se volvió prácticamente ilimitada. Una intensa campaña ideológica y una presión psicológica competitiva obligaron al trabajo cognitivo a identificarse con la función de empresa. La distinción entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio ha sido progresivamente cancelada. El teléfono celular tomó el lugar de la cadena de montaje en la organización del trabajo cognitivo: el info-trabajador debe ser ubicado ininterrumpidamente y su condición es constantemente precaria.
La retórica política de las últimas décadas insiste en la libertad individual, pero el tiempo laborable celularizado de las personas es sometido a condiciones de tipo esclavista. La libertad formal es perfectamente respetada, pero la libertad es cancelada en el ejercicio concreto del tiempo de la vida. La libertad es puramente virtual, formal, jurídica. En realidad, nadie más puede ya disponer libremente de su propio tiempo. El tiempo no pertenece a los seres humanos concretos (y formalmente libres), sino al ciclo integrado del trabajo. Sólo los drop out [desertores escolares], los vagabundos, los fracasados, los ociosos desocupados pueden disponer libremente de su tiempo.
El esclavismo contemporáneo no es sancionado formalmente por la ley, sino que es incorporado rigurosamente en los automatismos tecnológicos, psíquicos, comunicativos. En las áreas periféricas del mundo –donde las corporaciones globales han localizado los trabajos manuales– el esclavismo es fácilmente reconocible: terribles condiciones de trabajo, horarios de diez o doce horas seis días a la semana, pagas inferiores al mínimo indispensable para una vida decente, explotación salvaje del trabajo infantil. En el corazón de la metrópolis global el esclavismo tiene características originales: pálidos e hiperactivos trabajadores cognitivos zigzaguean en el tráfico ciudadano, inhalando veneno y balbuceando por el celular. Son forzados, además, a ritmos sobre los que ya no tienen control alguno. Es la carrera del ratón: es preciso ir cada más rápido para pagar los costos de una vida que ya nadie vive.
El endeudamiento al que los estudiantes están obligados a someterse desde el inicio de sus estudios superiores constituye el primer eslabón de la cadena del esclavismo posmoderno. Como muestra Anya Kamenetz en su libro Generation Debt1, para pagarse los estudios quienes se inscriben en el college son llevados a contraer deudas con los bancos, y estas deudas los perseguirán toda la vida, forzándolos a aceptar cualquier chantaje laboral.
A lo largo de todos los años 90 este juego se pudo sostener. En aquel periodo funcionaba un verdadero sistema de capitalismo de masas, fundado sobre la participación de los trabajadores en el mercado financiero, y sobre la ilusión de enriquecerse rápidamente dedicando todas las energías al trabajo. Los trabajadores cognitivos eran invitados a invertir, no sólo sus energías, sino también su dinero, en las empresas en rápido ascenso en los mercados financieros. Esto era viable gracias a la posibilidad de altas ganancias vinculadas al incremento de la productividad y gracias al continuo aumento del valor de las acciones de la Bolsa. Una machacante ideología publicitaria identificaba al éxito con el hiper-trabajo y estimulaba la movilización de todas las energías cognitivas. Las mismas energías libidinales se transferían a la esfera productiva. En aquellos años se vivía con el terror al sida, y el cuerpo ajeno mandaba vibraciones un poco eléctricas. Mejor no acercarse, mejor no dejarse llevar por la ternura, mejor invertir hasta el último gramo de vitalidad en la carrera frenética de la productividad.
Los psicofármacos euforizantes se volvieron parte de la vida cotidiana. A mitad de los años 90, el Prozac aparecía como una suerte de medicina milagrosa que transformaba a los hombres y a las mujeres en máquinas felices de ser siempre eficientes, siempre optimistas, siempre productivos. Un consumo espantoso de euforizantes, antidepresivos, neuroestimulantes acompañó el desarrollo de la new economy [nueva economía]. Era el soporte indispensable para aguantar la movilización psíquica constante del frenesí competitivo.
Era totalmente previsible el colapso.
Y el colapso llegó.
A inicios de los 90 se produce el fin del Imperio del Mal. El Imperio del Mal había nacido del fuego de las guerras del siglo XX, y se había fortalecido con la industrialización forzada del mundo. Se había apoderado abusivamente de la palabra “comunismo” sustrayéndola a las esperanzas de los proletarios, había sido forjado con el mismo metal y con la misma sangre con que se había forjado su antagonista occidental, la presunta Democracia Capitalista.
Durante el siglo XX el Imperio del Mal había perpetuado los órdenes feudales absolutistas y militares que dominaron por siglos la Rusia de los zares y por milenios el imperio celeste chino. De aquellos imperios premodernos habían mantenido la forma autoritaria del estado y la forma estática del sistema productivo. El comunismo soviético usó la violencia tradicional de la autocracia zarista para imponer la industrialización forzada a los campesinos y a los proletarios urbanizados. Desde el fin de la segunda guerra mundial, y durante cincuenta años, la democracia capitalista pudo convivir con las autocracias del socialismo autoritario de manera perfectamente integrada y estable.
Occidente había emprendido el camino de una economía dinámica, de una fuerte movilidad social y de un aumento de la productividad. El bloque socialista acumulaba potencia gracias al trabajo esclavo de millones de hombres. Esta división del mundo entró en crisis cuando, después de 1968, emerge un nuevo proletariado intelectual. Luego de aquel año el Imperio estático del socialismo autoritario y el Imperio dinámico de la democracia capitalista sufrieron una ofensiva ininterrumpida por parte de la clase obrera industrial y por parte de la inteligencia técnico-científica.
Reducción del tiempo de la vida destinado al trabajo, liberación de la vida del trabajo asalariado era el objetivo común a las luchas de los obreros occidentales y orientales.
En los años 80 los incrementos de productividad se aceleran en el mundo occidental gracias a la introducción de nuevas tecnologías altamente flexibles y moleculares. Al mismo tiempo, la difusión de los medios electrónicos tiende a derribar todas las fronteras políticas. La cortina de hierro entre el Imperio dinámico y el Imperio estático funciona cada vez menos. La nueva clase productiva que se va formando, el cognitariado, no es geográficamente delimitable ni políticamente controlable. Es una clase cosmopolita, curiosa, socialmente y geográficamente móvil, rebelde a toda limitación de la libertad.
Escuchábamos con frecuencia el cuento del presidente Reagan que lanza la ofensiva simulada de Star Wars, y somete al Imperio del Mal a una presión militar y económica insostenible hasta provocar su derrumbe. Pero ésta es sólo una parte de la historia, y no la más interesante. El socialismo autoritario de los países del Este se desplomó porque la nueva clase social global, el cognitariado, erosionó el dominio y difundió en todas partes expectativas de consumo, estilos de vida y modelos culturales incompatibles con la forma estática del sistema socialista. En ese sentido, 1989 es una prosecución de 1968.
Después de noviembre de 1989, durante algunos meses, o algunos días, parecía que podía esperarse que finalmente el mundo fuera entrando en un período de paz: reducción de la agresividad, pleno despliegue de las potencias liberadas de la inteligencia colectiva. El gobierno mundial podía delinearse en el horizonte bajo la forma de una concatenación productiva y política de los innumerables fragmentos del trabajo inteligente. Se entreveía, más allá de derrumbe de los estados nacionales y de las identidades, el paradigma de la Red. Dicho paradigma era capaz de sintetizar dinámica productiva y principio igualitario y colaborativo.
Se trató de una ilusión, de un breve respiro. Disuelto el muro congelado de la Guerra Fría, las seculares obsesiones identitarias recobraron fuerza y vitalidad. Se había desplomado el Imperio del Mal, pero aparecía sobre el planeta el Imperio de lo Peor.
Durante la última década del siglo, dos mundos extraños e incomunicados entre sí se han desarrollando sobre el planeta Tierra: guerra civil en el planeta físico e hiper-trabajo cognitivo en el planeta virtual. La clase virtual ha construido un retículo de relaciones productivas en el ubicuo espacio inmaterial de la red. Al mismo tiempo, en el planeta físico se han multiplicado los puntos de fractura, de contraposición identitaria. Los dos mundos se miraban con creciente sospecha, y la clase virtual globalizada multiplicaba y perfeccionaba las barreras de seguridad que separaban su cableado mundo de las posibles agresiones de las masas marginalizadas.
Es sobre estas líneas que ha madurado el colapso.
La sobrecarga de trabajo, la movilización ininterrumpida de las energías mentales y psíquicas de los trabajadores cognitivos crearon las premisas del colapso anunciado en el Apocalipsis fallido del millennium bug2 y luego hecho efectivo con el derrumbe financiero de abril de 2000.
La separación artificial entre clase virtual y focos de agresividad identitaria creó las premisas del colapso de seguridad que explotó el 11 de septiembre de 2001.
Llegado este punto, el poder global desentierra y vuelve a proponer la retórica de la lucha entre el Imperio del Bien y el Imperio del Mal, para desencadenar una guerra que le permita evitar rendir cuentas ante el fracaso económico y social de las políticas liberales del capitalismo global. Una vastísima parte de la opinión pública mundial se opone entonces a la guerra con inmensas manifestaciones.
Pero la potencia militar de la mayor potencia mundial impone su voluntad: la guerra, la violencia desplegada, el terror que produce terror, la humillación que produce resentimiento, venganza, más violencia."

del Libro "Generación post-alfa, patologías e imaginarios en el semiocapitalismo" de Franco Berardi Bifo