Lebbeus cuestiona la capacidad de la Arquitectura contemporánea para generar nuevas relaciones y comunicaciones sociales a partir del habitar. Se opone a la imposición de un programa arquitectónico como regulador y sentenciador de actividades biopolíticas. Cuestiona la complicidad de las grandes Instituciones (privadas o públicas) y los Arquitectos, que amparados económicamente en estas, operan sujetos a sus interéses de control, sugestión y manipulación de la población.
Lebbeus woods apuesta por una Arquitectura del juego, a partir del conocimiento, una Arquitectura libre, donde las funciones y actividades e incluso la conformación del espacio esté definida y modificada por el habitante autonomo. En este sentido y desde un plano filosófico, el trabajo de Lebbeus se orienta hacia la decodificación de concepciones y concreciones, más que a la reproducción y codificación de lo ya establecido.
motivo comprensible aunque no del roda perdonable: los arquitectos son especialistas en la formación de estas cualidades. Uno de los clichés asociados con este enfoque es que el espacio se diseña para ser funcional, lo que significa, en la jerga de los arquitectos, dar a todos los espacios que diseñan una forma pensada para un «programa» de uso humano.
Esto, por supuesto, es absurdo. Los arquitectos suelen diseñar volúmenes de espacio rectilíneos, siguiendo las reglas cartesianas de la geometría, y cualquiera puede observar que semejantes espacios no resultan más adecuados para ser utilizados como despachos que un dormitorio o una carnicería. Todo espacio diseñado es, de hecho, pura abstracción, más fiel a un sistema matemático que a cualquier «función» humana. Mientras los arquitectos hablan de diseñar espacios que satisfagan las necesidades humanas, de hecho son éstas las que se diseñan para satisfacer e! espacio diseñado y e! abstracto sistema de pensamiento y organización en que se basa el diseño. En el caso de los espacios cartesianos, estos sistemas incluyen no sólo la dualidad cuerpo mente de Descartes, sino también el determinismo causa-efecto de Newton, las leyes de lógica de Aristóteles y otras construcciones teóricas requeridas por los poderes sociales y políticos del momento. El diseño es una forma de controlar e! comportamiento humano y de mantener este control en el futuro. El arquitecto es un funcionario en una cadena de mando cuya tarea más importante (desde el punto de vista de las instituciones) consiste en calificar espacios que, de otro modo, quedarían abstractos y «absurdos», con «funciones» que en realidad son insrrucciones a la gente sobre cómo han de comportarse en determinados lugares y momentos.' La trama de espacios diseñados, la ciudad, es un intrincado plan de comportamiento que proscribe toda clase de interacciones sociales y que excluye, por tanto, los pensamientos y, cuando es posible, los sentimientos de los individuos.'
Un volumen rectilíneo de espacio denominado «Sala de conferencias » requiere que las personas que ocupen dicho espacio se comporten como conferenciante o como oyentes. Si alguien infringe estos comportamientos, por ejemplo, decidiendo cantar durante el comportamiento prescrito de dar o escuchar una conferencia, porque e! espacio tiene una buena acústica, perfecta para cantar, entonces el público de oyentes obedientes, o e! orador, e incluso la policía si e! infractor no desiste, presionarán al infractor para que calle. 0, para citar un ejemplo menos llamativo, si uno de los oyentes hace una pregunta (durante la sesión de preguntas y respuestas que suelen seguir a las conferencias) demasiado larga, e! público de obedientes preguntadores intentará silenciar al infractor del comportamiento prescrito de! Espacio en cuestión. En algunos casos, el hacer una pregunta con una tendencia ideológica «errónea», no proscrita y desconttolada producirá el mismo resultado. En los casos extremos, ello hará que intervenga la policía.
La justificación de la supresión de quienes infringen e! comportamiento prescrito para la ocupación del espacio diseñado queda bastante clara. El orden social ha de ser mantenido para que se pueda proteger la libertad individual (que en su mayor parte es libertad para conformarse a las normas sociales). Piensen en el pobre conferenciante, que sin duda alguna tiene algo interesante que decir, interrumpido por e! cantante, por el individuo que hace preguntas excesivamente largas, que en realidad procura usurpar e! pape! del conferenciante, por el pensador, cuyas opiniones heréticas perturban e! equilibrio cui
Los pobres arquitectos, por supuesto, apenas son conscientes de todas estas condiciones. Aislados en una tarea especializada, alabados por las autoridades superiores (clientes, jurados de premios y agencias sociales de todo tipo), por su talento en la manipulación de las cualidades abstractas del espacio y de sus formas definidoras, y al mismo tiempo, por satisfacer las necesidades de la gente (reforzando de paso el comportamiento prescrito), los arquitectos pueden vivir con la ilusión de que son los artistas primordiales y más importantes, que dan forma al espacio y a sus cualidades para un público apreciativo (obediente) de usuarios. En consecuencia, en el pensamiento y el discurso de los arquitectos, las cualidades formales del espacio predominan sobre su contenido humano, que simplemente se da por supuesto. En el caso de la sala de conferencias, los arquitectos discutirán las surilezas de las proporciones del espacio, su iluminación, el empleo de los materiales, las líneas de visión entre el público y el escenario. Pueden referirse a sus características acústicas aludiendo a sus «funciones», pero nunca cuestionarán las premisas del «programa" para el espacio: el concepto de «conferencia».
Un gran arquitecto, como Mies van der Rohe, es capaz de elevar este predominio hasta el nivel de principio filosófico. Le gustaba decir que las principales obras arquitectónicas de la historia eran los templos del mundo antiguo, cuyo espacio interior no tenía, o apenas, función humana. Eran arquitectura pura, arquitectura como religión. Su concepto de «espacio universal», que tuvo como resultado algunos de los mejores edificios modernos (los suyos) y también los peores (los de sus imitadores), también contenía insinuaciones religiosas. La arquitectura era algo por encima de la vida o, por lo menos, más allá de la confusión de las vidas llevadas en su interior." La gente llega y se va, los estilos de vida cambian, pero la arquitectura perdura, idealización del vivir. El pensamiento arquitectónico de los últimos veinte años, si bien ha hablado mucho del contexto social, incluidas la historia, las condiciones locales y demás, ha modificado muy poco su discurso.' Incluso una arquitectura que juega con los cambios de modas y las modas del cambio sigue colocando el medio por encima del mensaje. Por otra parte, uno no puede quejarse demasiado. Ello no sería sino una repetición de ciertos desastres históricos para supeditar la arquitectura a las condiciones sociales o, incluso peor, a teorías sociales de cualquier tipo. Cualquiera que haya visitado ciudades modernas que se vieron transformadas por una planificación urbanística y arquitectónica dictada por una ideología en concreto comprenderá lo unidimensional que pueden resultar estos paisajes. Los arquitectos que recuerdan los movimientos de la «metodología del diseño»" y de da defensa de la planificación" que dominaron la enseñanza de la arquitectura a finales de los años sesenta y principios de los setenta también comprenderán cómo las mejores intenciones sociales pueden salir terriblemente mal. En nombre de los principios de igualdad, se intentó aplicar directamente al proceso del diseño arquitectónico técnicas sociológicas como el análisis estadístico, pero con resultados que rivalizan con la más vulgar arquitectura socialista de los países del Bloque Oriental en su suavidad psicológicamente opresiva. La arquitectura, al fin y al cabo, ni es una rama de las ciencias sociales ni un mero instrumento de determinada política pública, ni una manifestación principalmente estética. Al mismo tiempo, no es solamente una combinación de estos aspectos considerados importantes de la práctica y de la producción. La cuestión del espacio planteada por el diseño de la arquitectura lleva en una dirección muy distinta, una que, hasta este momento, podía permanecer a salvo, oculta detrás de llamamientos, históricamente aprobados, a la ciencia y al arte.
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Hasta ahora, la tarea principal de la arquitectura ha sido valorar las instituciones sociales convirtiéndolas en símbolos de una jerarquía urbana de autoridad. Hoy en día, a pesar de que, necesariamente, las jerarquías permanezcan, un nuevo tipo de orden está en auge, un orden sin símbolos: la heterarquía. La heterarquía es un sistema auto estructurador de orden, compuesto de individuos auto inventores y auto suficientes, cuya estructura cambia constantemente de acuerdo con las cambiantes necesidades y condiciones. En teoría, las formas de gobierno con representación tienden a la jerarquía, como también es el caso del sistema económico de libre mercado, aunque ambos se vean hoy seriamente comprometidos por jerarquías rudimentarias. La libertad de pensamiento y de acción es la base de cualquier sistema heterárquico y garantiza la autonomía de los individuos así como la variabilidad y la fluidez del mismo sistema. Las formas urbanas heterárquicas de la cultura acrual se inventaron como respuesta al creciente énfasis puesto en el concepto de «individuo», y gracias a desarrollos tecnológicos recientes como los ordenadores personales y los sistemas de telecomunicaciones, que debilitan las jerarquías establecidas. Hieros: lo sagrado. Heteros: el otro. La jerarquía es un sistema de orden basado en la autoridad del conjunto, que está investida en un "uno", un líder, una elite, una ideología. Las jerarquías producen monólogos, pronunciamientos que surgen de una única fuente y que irradian por todo un sistema, dominándolo. La heterarquia se basa en la autoridad de muchos. Difiere de la llamada autoridad colectiva en que sólo «uno>, ejerce la autoridad en cualquier momento dado y asume así toda la responsabilidad, no sólo de sí mismo, sino de todos los demás. (Para una exposición más amplia sobre responsabilidad. En otro momento, «otro» puede ejercer la autoridad y asumir la responsabilidad. Y así sucesivamente. La hererarquia engloba la jerarquía. No obstante, se convierte en un paisaje de autoridad que cambia continuamente. Así pues, la heterarquia siempre es dialogística."