martes, 23 de diciembre de 2008

EL SUEÑO DEL ERRANTE


Y no quería dormir.

Había tejido el cuero - piel del plástico que cubría mis ojos alrededor de mi nuca.

Lograría encerrar entre este nudo mis ojos rojos ardientes sonriendo,

sonriendo para no dormir, para no dormir,

para estar despierto hasta que las arterias del cerebro se empezarán a colorear moradas,

moradas, moreteadas...

Sí.

Debajo de mi cuerpo horizontal se humedecía mi nuca, y mi piel parecía enroscarse contra los huesos mientras la humedad y el calor lograban que la habitación tragara los colores del exterior.

Exterior de mi ventana donde las redes impenetrables e inquebrantables impedían cualquier tránsito, cualquier libertad, cualquier anarquía.

Inexistentes las exactitudes todo es ruido para esta escena.

Hay mucho grano que se va perdiendo, los poros abiertos eyaculan pequeñas párticulas húmedas peludas que van descomponiendo el oxígeno de la habitación.

Quiero que la música no termine, en este espacio mis emociones son ondas que mojan el material tiñéndolo de acuerdo a la frecuencia.

Los músculos se van soltando como si cada tendón dejará de funcionar ys e empezara a descoser lentamente como si fuer acubierto de aceite. El cuerpo se va desengrasando de a poco mientras intento mover la cabeza para abrir los ojos.

Cerrados viajo por aquel túnel fosforecente y rojo sobretodo rojo, una y otra vez rojo.

Palpitan los oídos y cada vez es más sofocante, quiero sacarme la piel de encima pero no puedo,

el calor me está corrompiendo interiormente como si por mís venas corriera lava, lava. Lava de celosa montaña que ha sido violada por el deseo de cumbre del hombre.

Hay tantas sensaciones envolviéndome en su arácnida sábana ...









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