miércoles, 28 de octubre de 2009

Sostenibilidad y Complejidad


Ufffs, hace ya bastante tiempo que no me aparecía por el Blog, he estado ocupado en mi tesis. A propósito de ese insomne hecho, aprovecho de subir este artículo que encontré por ahí en mis turisteos por la red (es sólo un estracto del texto, el original en la fuente).


"La arquitectura, el urbanismo y la ordenación del territorio pueden entenderse como organizadores de sistemas complejos, donde las variables no se relacionan de forma lineal. El comportamiento de los elementos responde al de un ecosistema, donde la alteración de una de
las variables, más allá de su flexibilidad implícita en el propio sistema, genera comportamientos exponenciales de una o todas las demás, hasta generar una nueva situación de equilibrio inestable.
Estos procesos son los responsables de realidades (dinámicas) aparentemente aleatorias como la forma de la ciudad o la distribución del territorio. El sistema, que es un resultado de las variables
analizadas y sus interrelaciones, preexiste entonces al hecho arquitectónico, urbano o territorial y es en la confrontación con las circunstancias específicas de cada entorno concreto, donde alcanza su configuración definitiva.
Como en la mayoría de sistemas complejos, la complejidad se alcanza a partir de las relaciones de elementos muy simples, que se agrupan para generar entidades con un grado mayor de complejidad, que a su vez están interrelacionadas, etc… los límites del ecosistema (ecotonos),
constituyen las zonas de contacto con los ecosistemas adyacentes. Un ecosistema se relaciona con los demás de la misma forma en que los diversos elementos se interconectan dentro de él mismo, generando un sistema aparentemente ilimitado de relaciones (esferas), donde la finitud se define como una cuestión de gradiente de influencia que tiende a cero.
La visión sistémica de la arquitectura es uno de los caminos más firmes para superar la postmodernidad; al plantearse como una vía de generación que, por un lado, subraya la condición compleja que arquitectura y urbanismo siempre tuvieron; pero que por otro, aporta nuevas formas de producción, al margen de la idea, la historia, la memoria, la metáfora e incluso el lugar… o que si no descarta, asume estás cuestiones como parte de un sistema de relaciones mucho mayor, desplazándolas de su posición central.


El concepto de sostenibilidad sólo puede entenderse mediante una visión sistémica de la realidad. Para alcanzar la sostenibilidad, un sistema deberá aumentar necesariamente su complejidad.
El concepto de “desarrollo sostenible” es un oxímoron. La lógica económica actual asocia el bienestar con desarrollo económico, que viene determinado por un aumento de la producción y del consumo, basado necesariamente en un aumento del consumo de los recursos
naturales.
La economía ambiental defiende que se puede aumentar el consumo de capital manufacturado reduciendo el consumo del capital natural, mediante el desarrollo de las tecnologías (energías renovables y nanotecnología). Sin embargo, la sostenibilidad del sistema a escala global entraría en crisis, pues este modelo de desarrollo se basa en las desigualdades económicas y sociales actuales.
Frente a la economía ambiental, la economía ecológica plantea que para alcanzar la sostenibilidad del sistema es necesaria una reducción de la producción y consumo del capital manufacturado. Esto produce, lógicamente, una reducción del consumo de recursos naturales. La sociedad debería cambiar de una sociedad que mide su bienestar en el consumo de bienes físicos, a un modelo social en el que el bienestar se base en el consumo de bienes del conocimiento, de productos intangibles. Para ello es fundamental el desarrollo del conocimiento y de las tecnologías de la información. Este cambio de modelo conlleva un incremento de la complejidad del sistema. Además, las relaciones entre sus componentes y las propiedades de éstos deben complejizarse
para alcanzar un uso más eficiente de los recursos disponibles. La gestión compleja como modo de organización debe sustituir a la sectorización actual. ejercicios de complejidad sobre soportes insostenibles. incremento de la sostenibilidad de modelos no sostenibles.
El grado de complejidad de un sistema viene definido por el sistema de relaciones que se establece entre sus componentes y la complejidad de los mismos. Para reducir el consumo de recursos en un sistema, éstos deben ser compartidos por sus componentes, con el consiguiente
establecimiento de nuevas relaciones y conexiones fundamentadas en la intensificación del uso de dichos recursos. En un sistema preexistente de bajo nivel de complejidad y gran consumo de recursos, se puede reducir este último factor mediante el incremento de la complejidad del sistema que se puede generar al establecer nuevos vínculos de relación entre los componentes o mediante un proceso de complejización de los mismos que permita una intensificación del uso que de ellos hacen el resto de componentes del sistema. La complejización de los componentes también provoca una cualificación del componente, que evita la necesidad de agregar al sistema otros componentes simples con dichas cualidades.
El número de relaciones establecidas entre los componentes del sistema aumenta mediante la gestión compleja del sistema, considerando todo el sistema en su globalidad. La gestión sectorizada establece campos no relacionados dentro del sistema, que generan un incremento en la necesidad de recursos al reducir la intensidad de uso de los mismos.


Para el estudio de la complejidad del ecosistema formado por el hombre, la sociedad y la naturaleza aplicaremos varias escalas de observación que comprenderán un subsistema englobado en el ecosistema global. Las transformaciones que incrementan la complejidad de los
subsistemas implican un incremento de los componentes o las relaciones de los componentes que forman el ecosistema global, por lo que también se incrementa la complejidad del conjunto.
Los subsistemas a los que se aplican las transformaciones corresponden a las diferentes escalas en las que se divide comúnmente la realidad espacial en la práctica del urbanismo y la arquitectura: la habitación, los espacios comunitarios, el espacio público, la ciudad y
el territorio. En dichos subsistemas la complejidad puede incrementarse mediante transformaciones simples que complejicen los componentes que lo forman, multiplicando e intensificando su uso e incrementen tanto las relaciones entre sus componentes, como las relaciones entre los diferentes subsistemas.

En el ámbito doméstico la sociedad de bienes físicos de consumo se ha caracterizado en la postmodernidad por un incremento del ensimismamiento y la acumulación. La falta de relación, la unicidad de usos, la homogeneización de los componentes y su especificidad
monofuncional, que conllevan un cada vez mayor consumo de recursos, convierten el espacio doméstico en un espacio hermético que no se relaciona con el medio y que funciona mediante un gran consumo de energía y de espacio. La falta de flexibilidad y adaptabilidad de los modelos habitacionales convencionales entran en conflicto con los nuevos modos cambiantes de habitar que caracterizan la situación actual. La adaptación de estos modelos a esta nueva situación genera un consumo de recursos que podría evitarse mediante un cambios de estos modelos a otros con un mayor grado de adaptabilidad a los cambios de los modos de habitar, a los cambios de uso y que permitan una mayor intensificación de su uso. Reduciendo el espacio doméstico a la célula básica que constituye la habitación, ésta podría asociarse de maneras diferentes de acuerdo con los nuevos modelos familiares y de forma de habitar actuales.
En la relación de la célula de habitación con el medio también se propone una transformación que complejiza el elemento mediante el que se relacionan. Si convencionalmente el cerramiento sólo desempeñaba las funciones de aislamiento térmico y acústico, el entendimiento de éste como una envolvente que constituya un componente de la vivienda con mayor número de funciones, provoca una transformación radical de la célula habitacional. La envolvente asume multiplicidad de usos y ofrece nuevas formas de relacionarse con el entorno. Esta envolvente puede asumir las funciones de almacenaje, regulador de la intensidad de luz y de radiación solar directa, modificarse según las estaciones, aumentar el grado de aislamiento térmico, acústico y de privacidad, así como puede y debe tener las cualidades de reciclabilidad y fácil adecuación a los cambios de los modos de vida del usuario. Si se aplica este concepto de envolvente de almacenaje y de relación con el medio a las tipologías convencionales, el grado de sostenibilidad de las mismas aumenta al ser necesario un menor número de recursos para su adaptación a la evolución de los modos de habitar de los usuarios. Además la relación con el medio puede adoptar muy diversas formas evitando el ensimismamiento y la hermeticidad de los cerramientos convencionales y recuperando la percepción de la estacionalidad.
Los espacios de relación entre el espacio doméstico y el espacio urbano han sido relegados, casi completamente, a la función de núcleo de comunicación, eliminando los usos comunitarios que se proponían en el movimiento moderno. Esta reducción monofuncional genera una disminución de las relaciones entre los usuarios de las espacios domésticos, así como de los posibles usuarios no pertenecientes a las células habitacionales a los que daban servicio. Además ha provocado la necesidad de incorporar estas funciones antes comunitarias a cada célula habitacional con la consiguiente disminución de la intensidad de uso y el aumento del consumo de los recursos, que en este caso podría equivaler a espacio habitable dentro de la vivienda.
Si a dichos espacios comunes no sólo le incorporamos los usos comunitarios que antes los caracterizaban, sino que además introducimos usos propios del espacio público, estos espacios incrementan notablemente su capacidad de generar relaciones entre los propios usuarios de las células de habitación y los ajenos a las mismas. Los espacios comunes pasan de concebirse como espacios de extensión del espacio privado a funcionar como extensiones del espacio público.
Este incremento de complejidad mediante la yuxtaposición de usos antes separados y la inserción de los recorridos públicos en los privados, puede aplicarse a una mayor escala en el espacio urbano. Si el espacio privado se ve rodeado completamente por lo público, el aumento de la superficie de contacto y el entrecruzamiento de recorridos incrementan notablemente el número de relaciones posibles dentro del sistema urbano. La actual distribución separada de los usos mediante edificios monofuncionales y el exclusivo aprovechamiento de la cota de calle
para el espacio público reduce la superficie posible de relación.
Anteriormente se proponía una envolvente de almacenaje y relación aplicada a una tipología de vivienda convencional. A escala urbana la envolvente pública modificaría fundamentalmente los sistemas de relación y vivencia de lo público. Se transforma la sección básica de la ciudad, incorporándose lo público a todas las cotas. El ciudadano recupera su ámbito natural de relación y mediante la intensificación de su uso público, las relaciones aumentan notablemente.

En el territorio también se deben intensificar las cualidades intrínsecas al mismo. El campo debe ser más campo y lo urbano más urbano (S. Rueda). La ciudad debe tender a aumentar su compacidad para reducir la demanda de recursos en lugar de apostar por los modelos de dispersión actuales, que, además de consumir más territorio, constituyen sistemas con mayores necesidades de recursos para su funcionamiento. La ciudad compacta es un sistema de mayor complejidad que puede reducir el consumo de recursos de forma notoria mediante la intensificación del uso y la generación continua de relaciones entre sus componentes para aprovechar al máximo los recursos disponibles.
Debido a la necesidad actual de reformar los sistemas existentes en lugar de sustituirlos por otros nuevos que funcionaran de forma sostenible pero necesitaran de ingentes cantidades de recursos para su creación, las transformaciones para el aumento de la complejidad en soportes insostenibles constituyen ejercicios fundamentales para mejorar la sostenibilidad global de los sistemas urbanos existentes y, por consiguiente, del ecosistema Hombre-Sociedad-Naturaleza."



Javier Caro Domínguez
Miguel Gentil Fernández
2006



La imagen es del Wiki Rome (MIT, Carlo Ratti project).

sábado, 11 de julio de 2009

Una entrevista a Peter Sloterdijk


Estamos en el mundo en burbujas, esferas, incubadoras, invernaderos, donde el hombre se construye, se protege y cambia. La esfera no es más la imagen morfológica del mundo poliesférico que habitamos, sino la espuma.::: Peter Sloterdijk

Entrevista a filósofo pospesimista y poscínico

Para algunos, Peter Sloterdijk es un visionario, un “nuevo y
genial Nietzsche”. Para otros, el filósofo alemán más célebre después de Jurgen Habermas y el responsable de abrir las puertas al eugenismo, una corriente que aprueba el diseño genético para mejorar la salud del ser humano. Como sea, desde hace 20 años cada libro de este profesor de estética termina transformándose en un best-seller.

La Nación: ¿Cuál es la razón de esa fascinación? Probablemente, la forma que tiene de describir el mundo y el hombre a través de conceptos como “burbuja”, “esfera” y “espuma”.

Peter Sloterdijk: Según su teoría, el día en que Copérnico demostró que la Tierra estaba suspendida en el espacio, la humanidad entera vaciló: el ser humano fue presa del pánico ante la idea de caer en el vacío y desaparecer en un infinito agujero negro. Desde entonces, los hombres sólo aspiran a recuperar un manto protector, algo parecido a la placenta confortable de la cual salimos. Tanto, que toda obra humana tiende a reconstruir esa forma original.


En los tres tomos de casi 1000 páginas cada uno que componen “Esferas”, este gigante rubio de 57 años trata de demostrar que, en ese esfuerzo titánico por protegerse de “los terrores del espacio abismal”, los países ricos de Occidente han desarrollado un “constructivismo ofensivo, extendido hasta el infinito mediante la edificación, utópica y pragmática, de una casa de vidrio planetaria que debe asegurar un hábitat moderno en el espacio abierto”.

Pero no todas son loas para la nueva estrella de la filosofía mundial, que dirige la Universidad de Karlsruhe. Muchos lo acusan de haber transgredido la prohibición moral y política que pesa sobre las manipulaciones genéticas. El más tenaz de sus críticos es Habermas.

El escándalo estalló en 1999, en una conferencia que Sloterdijk tituló "Reglas para el Parque Humano". Yendo más lejos que Nietzsche, presentó a la escuela, la educación, la Iglesia y el humanismo como técnicas de domesticación del hombre: "Esa práctica -dijo- nos ha llevado a vivir en un zoológico temático lleno de animales civilizados, donde el hombre se domestica a sí mismo y trata de hacer lo mismo con los recién llegados". El humanismo educativo, sostuvo, abrió una "era antropotécnica", donde la ingeniería genética y la clonación son inevitables.

-Después de esa conferencia, Habermas, la conciencia de la Alemania antinazi, lo acusó de utilizar "la jerga nacionalsocialista" y denunció su "antropología de los años 1940". La prensa, por su parte, lo calificó de eugenista. ¿Cuál es su respuesta?

-El eugenismo forma parte del pensamiento moderno. Es la base misma del progresismo. El eugenismo es una idea de la izquierda clásica, retomada por los nacionalistas después de la Primera Guerra Mundial. Es el progresismo aplicado al terreno de la genética. Cada individuo razonable es eugenista en el momento en que se casa. Cada mujer es eugenista si prefiere casarse con un hombre que posee cualidades favorables en su apariencia física. Es el eugenismo de todos los días.

-¿Completamente inconsciente?

-No, para nada. Uno no es inconsciente si se casa con una bella mujer. La preferencia de la belleza en los asuntos eróticos no es inconsciente: es la conciencia misma. Como decía Platón en "El banquete", es la voluntad de engendrar en la belleza. Es el acto más consciente y el más razonable del ser humano.

-O sea que el eugenismo no es fascista. ¿El hombre puede creerse Dios y decidir quién debe vivir y quién no?

-Nunca existió un eugenismo fascista. Lo que hubo fue un exterminismo racista. Esa voluntad de matar nunca tuvo la más mínima relación con el concepto de eugenismo concebido como un medio de reflexionar sobre las mejores condiciones en que será creada la próxima generación. Los nazis se aprovecharon de algunos pretextos seudocientíficos para eliminar enfermos. Eso no tiene nada que ver con el eugenismo. Es un abuso total de lenguaje llamarlo así.

-¿Y a qué atribuye esa confusión?

-A que el fascismo de izquierda nunca fue revelado como lo que en verdad es. El antifascismo, como ideología dominante, se debe a que el fascismo de izquierda nunca hizo sus duelos. Sus representantes nunca confesaron lo que en verdad son. Acusando de fascistas a los fascistas de derecha ocultaron su propia calidad de fascistas, incluido el maoísmo, que fue el peor de los fascismos. Al lado de Mao, Hitler parece un loco y un neurasténico, un pobre personaje comparado con la envergadura fascista de Mao Tsé-tung.

-Cuando usted empleó la expresión "zoológico humano temático" naturalmente tenía que causar conmoción. ¿Fue una provocación?

-Para nada. Son sólo metáforas que permiten evocar una realidad antropológica que existe, con o sin esa metáfora. Porque el hábitat del ser humano no es la naturaleza en estado puro ni la casa en estado puro. Es una organización intermedia, que se parece a un zoológico. Una ciudad que fuera sólo una ciudad sería una suerte de prisión. Las ciudades vivibles son como zoológicos. Y un zoológico humano es simplemente una metáfora que remite a la calidad urbana del estar humano. No veo dónde está la provocación. El pensamiento de los seres humanos con relación a los animales está dominado por esa zoofobia, ese racismo de la especie. Los hombres hacen sus propias proyecciones en esa terminología, creyendo que hago una reducción de la humanidad a la animalidad, cuando es exactamente lo contrario.

-¿Es en ese sentido que, para usted, "el hombre es un animal de lujo"?

-Es tan lujoso que no es capaz de seguir siendo un verdadero animal. Perdió la facultad de ser un animal. Esa es mi definición de la humanidad: la incapacidad adquirida de quedar en el terreno de la animalidad. Somos seres condenados a la fuga hacia adelante, y en esa carrera nos volvemos extáticos. Ese éxtasis corresponde a lo que Heidegger llamaba "la apertura al mundo". Volviendo al eugenismo, soy partidario de un eugenismo de lujo. Me interesa particularmente el ser humano como fenómeno de lujo, casi milagroso, aparecido en forma aleatoria. Esa criatura lleva una carga hereditaria de enfermedades genéticas que no sirven para nada, pero que nos acompañan. La única pregunta eugenista que las generaciones futuras podrían plantearse sería si suprimir, gracias a la ingeniería genética, algunos de esos acompañantes. En 50 o 100 años, estoy seguro de que la mayoría de la humanidad estará de acuerdo con esas técnicas. Pero esto no tiene nada que ver con un eugenismo eliminador. Es necesario habituarse a pensar al hombre como un ser de lujo, aun cuando los dogmáticos no dejen de decirnos que el hombre es hombre sólo en función de sus carencias.

-Con sus tres tomos de "Esferas" dejó el terreno de la bioética para plantear nada menos que una morfología general del espacio humano. En esa trilogía retoma la gran pregunta de Heidegger: ¿adónde estamos cuando decimos que estamos en el mundo?

-Y yo respondo: "En burbujas, esferas, incubadoras, invernaderos, donde el hombre se construye, se protege y cambia". La vida humana se autoorganiza siempre creando espacios protegidos e inmunes, de la célula y su protoplasma a los niños dentro del útero, pasando por los hombres cuando construyen su intimidad, sus casas, sus ciudades y sus espacios metafísicos o imaginarios.

-Para usted, el modelo de la esfera es la isla. ¿El hecho humano se construiría mediante la separación?

-Una isla es, porque está aislada, y el hecho humano es el resultado de una gran operación de aislamiento. El proceso que lleva a la realidad humana es el autoencierro de un grupo humano que transforma a sus miembros como se transforman los monos en hombres. Ese proceso comienza con una utilización perversa y particular de la mano del mono, que se metamorfosea en mano humana. Nosotros tocamos de otra manera, como lo muestra Sartre en "El ser y la nada" cuando habla de la caricia. La caricia es exactamente el gesto que prueba que la mano humana se ha vuelto extática. Ya no se contenta con el gesto de tomar algo: la mano se vuelve la antena del ser.

-¿Y qué es lo que usted llama "uterotopo"?

-Es otra de las dimensiones de la isla del hombre. Es necesario comprender que los seres humanos están condenados a una práctica metafórica que consiste en la necesidad de repetir extraútero la situación intrauterina. El medio uterino se vuelve el símbolo de la actividad mundial, debido a que el ser humano depende siempre de un espacio protector para realizar su naturaleza humana.

-En "Espumas", el último volumen de su trilogía, usted dice que esas innumerables esferas humanas se aglomeran hasta formar paquetes de "espuma" que permiten pensar esa multitud de espacios humanos cerrados.

-No podía quedarme en el nivel de las burbujas protectoras del núcleo familiar o de la pequeña horda. Yo interpreto la metafísica clásica como un sistema inmunitario simbólico que construía un película trascendente e indestructible en torno del ser humano. Mientras los mortales vivían bajo ese cielo, era plausible pensar que el cosmos era la casa de Dios -esa esfera donde el centro está en todas partes y la circunferencia en ningún sitio- y los hombres, los inquilinos. En "Espumas" demuestro por qué esa monoesfera metafísica estaba destinada al fracaso.

-¿Por qué?

-Hay una contradicción que refleja el dilema formal de la situación actual del mundo: a través de los mercados y los medios de comunicación globales asistimos a una guerra sin cuartel entre modos de vida y entre mercancías de la información. Allí donde todo es centro no puede existir un verdadero centro. Allí donde todo emite, el supuesto centro emisor se pierde entre los mensajes entremezclados. Vemos entonces que la era del círculo unitario -el único, el más grande, el que engloba todo lo demás- ha terminado irrevocablemente. La esfera no es más la imagen morfológica del mundo poliesférico que habitamos, sino la espuma.

-En todo caso, ese espacio vital cada vez está más amenazado: el aire que respiramos es acondicionado, filtrado, purificado. Después de la utilización de gases mortales, ese aire se ha transformado en un elemento amenazador. El aire y el medio ambiente forman parte de la estrategia militar y, como el hombre necesita inmunizarse contra esos peligros...

-...esto acelera la construcción de esferas protectoras, sean ellas el espacio aéreo, nuestras ciudades climatizadas o nuestras oficinas y apartamentos. Nuestro mundo occidental quisiera ser un inmenso palacio de cristal. Algo parecido al Palacio de Cristal de los británicos, ese invernadero gigante y lujoso construido en Londres en 1850 para la Exposición Universal. Occidente ha reemplazado el mundo de los metafísicos por un gran espacio interior organizado por el poder adquisitivo. El capitalismo liberal encarna la voluntad de excluir el mundo exterior, de retirarse en un interior absoluto, confortable, decorado, suficientemente grande como para que no nos sintamos encerrados. Creo que ese palacio de cristal urbano, con sus calles peatonales, sus casas con aire acondicionado, da una respuesta adecuada a ese deseo. Walter Benjamin ya lo decía en la época de la Restauración en Francia, cuando hablaba de las galerías comerciales y las calles comerciales de París. Para él, construyendo esos pasajes, el régimen de Napoleón III mostró su verdadera naturaleza tratando de transformar el mundo interior en una especie de fantasmagoría: un gran salón abierto donde uno recibe el mundo sin estar obligado a salir de su casa. Para él, ése era el fantasma burgués de base: querer disfrutar de la totalidad de los frutos del mundo sin tener que salir de su casa.

-¿En función de ese objetivo, la globalización de los medios de comunicación ayuda enormemente, porque uno puede traer el mundo a su casa sin tener que moverse?

-Exactamente.

-Y con el resto, ¿qué se hace? ¿Qué se hace con la periferia subdesarrollada del mundo?

-Se usa para hacer turismo y practicar la caridad. Para darse buena conciencia.

-¿Usted habla del hombre posmoderno?

-Sí. El modernismo fue la época de la construcción del gran invernadero de cristal. El posmodernismo es la vida después de su inclusión total en ese gran invernadero. La periferia está allí simplemente para recordarnos que todo es muy seguro y que es necesario proteger la estructura a cualquier precio.

-¿El sistema militar llamado "Guerra de las Galaxias", desarrollado por EE.UU., forma parte de ese gran invernadero?

-Desde luego, porque ellos son los guardianes de ese gran palacio de cristal, sobre todo de su superficie. Una superficie que es muy frágil y, al mismo tiempo, muy elástica. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, los norteamericanos se pusieron a construir otras estructuras más sofisticadas y aún más grandes que las Torres Gemelas. Lo curioso es que nadie parece extrañar esas torres.
Apenas fueron destruidas, sus funciones pasaron a ser cumplidas por otras estructuras. La verdadera consecuencia del 11 de septiembre fue que, desde entonces, los estadounidenses poseen algo muy precioso: tienen por primera vez un monumento nacional mítico. Algo así como la Jerusalén de los cristianos en la Edad Media: el sitio donde se encontraba la tumba de Cristo. Por primera vez, los norteamericanos tienen esa Tierra Santa en territorio estadounidense. Para hacer una Cruzada, es necesario poseer una Tierra Santa.

-Usted no sólo es duro con los norteamericanos; también lo es con los europeos, a quienes acusa de ser unos cínicos: miran el mundo con sus principios de libertad, igualdad y fraternidad, pero dicen: es así y no se puede cambiar.

-Sí, el cinismo es una suerte de pragmatismo aplicado al terreno de la reflexión ética. El cinismo antiguo era otra cosa, era simplemente un naturalismo, una reclamación de la naturaleza en tanto que régimen razonable que reglamentaba el movimiento de los astros y los cuerpos celestes, y que al mismo tiempo podía ser aplicado al comportamiento humano. Esa suerte de naturalismo indicaba que había que renunciar a las necesidades creadas por la sociedad y llevar la vida de un perro
feliz.

-¿Y usted es un cínico?

-No, para nada. Yo no creo que se puedan ignorar las necesidades creadas por la sociedad. Finalmente, Diógenes, dentro de su barril, no consiguió ignorarlas. La prueba es que él también quiso entrar en la conversación urbana, transformarse en objeto de la atención pública gracias a su tonel y a esa marginalidad espectacular. Para él, ésa era la única forma que tenía un filósofo de hacerse notar en una sociedad donde todos los buenos puestos ya estaban distribuidos. En nuestros días, se podría decir que el cinismo es un mecanismo de marketing filosófico y que la invención de gestos espectaculares es una filosofía à coté de la filosofía hablada; es una suerte de ampliación de los medios de la comunicación filosófica.

-Volviendo al palacio de cristal, y como nada es eterno, ¿qué sucederá después del gran invernadero?

-Tendrá fin, porque la dolce vita en ese gran palacio de cristal está basada en una tecnología que no es sostenible. Es decir, en las energías fósiles. En la historia de la humanidad, el fosilismo habrá sido un episodio de apenas unos 300 años. Tenemos energías fósiles aún por 50, 100 años como máximo. En todo caso, nuestro placer ya no es el mismo: ha sido prácticamente demolido, porque las energías fósiles son sólo agradables cuando son baratas, y esa época se terminó para siempre. No volverá nunca más. Cuando todo se vuelve caro, no hay más confort, porque la democratización del lujo es imposible. Los regalos de la naturaleza se terminan allí. Ahora los hombres se preguntan cómo se pueden reemplazar esos regalos. La verdad es que el hombre detesta el trabajo. Los hombres simulan trabajar, pero trabajando sueñan con un regalo, con un tesoro que buscan en forma permanente. El trabajo es sólo una suerte de intermezzo que se acepta en espera del gran regalo.
Ahora, ante el fin de las energías fósiles, el trabajo regresa como una carga insoportable.

-No podemos quejarnos: desde mediados del siglo XIX hasta ahora hemos reducido en dos tercios el tiempo de trabajo.

-Así es. Pero eso se terminó para siempre. El fin de la vida fácil es irreversible.

-Después de esto, me parece bastante difícil comprender por qué usted se declara optimista sobre el futuro del hombre.

-Porque tenemos una buena posibilidad de administrar ese gran giro hacia una tecnología que será al mismo tiempo barata, compatible con las exigencias de la democracia y, sobre todo, abordable para los países que hoy están en la periferia. Esos pueblos aprovecharán la situación cuando las nuevas tecnologías solares estén disponibles a precios razonables. Esos nuevos recursos permitirán una estructura de civilización completamente diferente.

-¿Se podría decir entonces que usted es un filósofo pospesimista?

-No se me había ocurrido, pero me parece muy apropiada esa definición.

Entrevista de Luisa Corradini publicada en La Nación de Buenos Aires con el título: Peter Sloterdijk: "El fascismo de izquierda nunca hizo su duelo"

domingo, 5 de julio de 2009

"Una historia escandalosa", un "delirio (hu)rbano" o "la ciudad como laboratorio capitalista"


La ciudad probablemente es una de las estructuras más complejas creada por el hombre.

Según un escrito de Wu Ming (El tiempo de la Metrópolis está terminado), la ciencia ficción sólo representa el horror cotidiano de la Ciudad, en una época en que la era moderna como fantasía del hombre máquina, ha sido eclipsada por la realidad sobremoderna (o posmoderna).

"Si la ciudad antigua era parasitaria energética del campo circundante, las áreas urbanas contemporáneas son de hecho parásitas del planeta entero: el consumo de energía que implica el estilo de vida impuesto por la metrópoli no podrá ser sostenido mucho más tiempo. Las áreas urbanas dependen para todo tipo de recursos de territorios lejanos. Una ciudad de un millón de habitantes devora dos millones de kilos de alimentos al día mientras que no produce, en realidad, nada. El edificio de la Sears en Chicago contiene 130 kilómetros de cable de ascensor y consume más electricidad que una ciudad de tamaño medio. No hay ninguna Metrópoli Final en el futuro del hombre o del mundo." Wu ming 5

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La teoría de Lyotard sobre el fin de los relatos es una verdad a medias. A medias porque las ideologías no han muerto, sino que como energías históricas se han transformado, reformulado, tergiversado. Esta tergiversación es un cambio de forma, no de fondo, asumiendo que el fondo es el consenso capitalista que actualmente rige el desarrollo económico mundial. En este sentido, la asertividad de Lyotard radica en su presunción de que este cambio de forma, revela una nueva ideología reinante, desde la cúal, cualquier pensamiento es posible (el mejor ejemplo es el "Comunismo Chino") mientras el telón siga siendo el mismo. He aquí su estadio histórico cultural "posmoderno" .

Este triunfo del Capitalismo como fin de los relatos, de las utopías y de las fantasías revolucionarias revela sin embargo, o concluye, una nueva ideología: La neoliberalización mundial como confirmación cultural del deceso de los ideales modernos. El super hombre nitzscheano (se lamenta Zarathustra) probablemente ha dado su paso final hacia el último hombre.

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Las ciudades son reflejo del hombre, su germén de control, y por ende desarrollo civilizatorio. Las ciudades son el espejo de su actuar, de sus pecados y sus bondades, de sus vicios y sus virtudes, de sus ánimos y enfermedades. Las ciudades actuales son fractales espectaculares repletos de vida humana, producidos por una mano observadora y dinámica en torno a una actividad única: El consumo.

Cuando Wu ming señala que las Ciudades han mantenido su patrón parasitario anti sostenible, aduce concluir entonces que como estructuras han evolucionado de una forma fatal para la propia conservación de la raza humana. Pero esta evolución ha sido calculada.

El capitalismo actual ha visto en la Ciudad su creación perfecta, su cristalización fluctuante, su equilibrio dinámico, su corazón geográfico. ¿Es este el macro laberinto de Skinner, donde el fin preciado del hombre "libre" es consumir para sobrevivir y seguir alimentando el sistema?.
El modelo de simulación es ¿la Ciudad? como laberinto, como estudio de mercado, como culminación de una FORMA aceptada y consensuada de vivir. La mancha urbana se extiende, y sigue consumiendo terrenos rurales y agricolas para URBANIZARLOS indefinidamente.
Un ciudadano alemán inevitablemente consume más energía que un ciudadano africano, aún cuando Alemania sea uno de los países lideres en tecnologías sostenibles. Y he aquí el punto. El Dilema del habitar del Hombre Polis sobre su matriz ciudad no se resuelve con avanzadas tecnologías, tiene que ver con LA forma de vivir, dígase hábito condicionado.
Según Von Bertalanfy la psicología conductista proporcionó al hombre moderno el condicionamiento perfecto para satisfacer a los capitalistas. Lo domó y condiciono bajo un mecanismo de funcionamiento reducido y específico: comer, trabajar, morir. Y precisamente la psicología (hu)rbana experimenta en un críptico laberinto : La ciudad.








miércoles, 1 de julio de 2009

Polemizar

Las siguientes conversaciones fueron publicadas por el Grupo IIO de la Revista Cientodiez.
Al final la Fuente original

Ideología y Técnica
Conversaciones

JAIME LERNER
Pienso que para cambiar una ciudad para mejor, hay varios factores que son importantes. Primero, la voluntad política. Segundo, la solidaridad; tener una visión solidaria con la gente. Tercero, tener una estrategia; y cuarto, hacer de cada problema de una ciudad, una ecuación de corresponsabilidades. Después de casi 40 años trabando en la ciudad, yo creo, y lo puedo jurar, que una ciudad se puede mejorar en menos de tres años. No importa la escala de la ciudad o los recursos que ésta tiene disponibles; para todo problema se puede montar una ecuación de corresponsabilidades; en el caso del transporte en Curitiba, no teníamos recursos para una flota completa, y qué es lo que hicimos: la municipalidad definió el sistema y propuso a los privados que “nosotros invertimos en el itinerario y vosotros en la flota, y vamos a pagar por kilómetro rodado”. Con esto ahorramos 300 millones de dólares, porque fueron los privados quienes compraron la flota; y el sistema en Curitiba se paga por sí mismo, no hay subsidios.
Otra cosa. Yo tengo contactos con estructuras muy sofisticadas de planeamiento. Muchas veces ellos no pueden ni siquiera responder a dos simples preguntas: Primero, para dónde es que la ciudad crece, o cuál es la estructura de crecimiento en la ciudad; Segundo, de qué es que la gente de esta ciudad vive. Esas son dos preguntas fundamentales. Yo creo que una ciudad que tiene buena calidad de vida, posee suficiente atracción para inversiones que pueden generar empleos. La calidad de vida es una buena generadora de empleos.
Cuando me pregunto cómo se hace para hacer las cosas, mi respuesta es la siguiente: Para hacer las cosas hay que proponer un escenario, una idea, una propuesta, que todos, o la gran mayoría entienden como deseable. De ahí todos ayudarán a que acontezca. Si la gente, o los políticos, o los técnicos no entienden cuál es el escenario a proponer a la gente, o no saben comunicar ese escenario, es claro que las cosas se tornarán muy difíciles. La propuesta para la ciudad debe ser muy clara, de parte de los técnicos hacia la gente que toma las decisiones políticas, y de parte de la gente que toma las decisiones políticas a la población. A veces cierta gente cree que tiene toda la vida para planear; siempre hay que alimentar a los que toman las decisiones políticas, los que tienen esa responsabilidad, con ideas, con propuestas. Eso es lo que hace falta; porque la ciudad no es tan compleja cuando los vendedores de complejidad nos la quieren hacer entender. La ciudad no es tan compleja, y el mundo está lleno de vendedores de complejidad; tenemos que combatirlos a toneladas.

MARCIAL ECHENIQUE
Siempre he confiado y he sido precursor del uso de Modelos de Simulación, porque permiten tomar cierto tipo de decisiones a largo y corto plazo. Estos modelos de comportamiento son representaciones del funcionamiento de una ciudad, de cómo se comportan las personas en el espacio. Los más conocidos en economía y desarrollo urbano son modelos de simulación de comportamiento de la gente, que se va modificando a medida que aumenta el ingreso. Uno puede predecir al corto plazo las condiciones de largo plazo, como el que la gente va a necesitar más movilidad.

IIO - Comúnmente la sustentabilidad se toma en el ámbito tecnológico medioambiental, pero sabemos que el problema abarca escalas económicas y políticas, por lo menos ¿Cuál es la competencia de un arquitecto en esta discusión?

ME - El arquitecto para poder aportar una visión sobre la ciudad, su desarrollo y diseño, debe estar preparado en las dos escalas. Creo que el arquitecto tiene capacidad de síntesis, de desarrollar formas en el espacio, en las que pone una hipótesis de diseño sobre la ciudad.
El arquitecto tiene un rol importante, pero desgraciadamente no está preparado lo suficiente como para poder abarcar y entender todos los factores que influyen en la toma de decisiones. Hay que entender cómo la gente se comporta, y entender que la ciudad es un mercado donde la gente toma decisiones individualmente para obtener una ventaja. Es un mercado con edificios, casas, comercio, oficina, es un funcionamiento de mercado, con una demanda por espacio y una oferta dada por inmobiliarios y operadores. Hay que entender muy bien cómo funciona, porque no puedes ir contra el mercado. Con nuestras democracias y en nuestras sociedad liberales tenemos que acompañar al mercado y no ir en contra, porque simplemente el mercado no te hace caso. Pero para poder guiar el mercado hay que entender muy bien la socioeconomía del país y cómo eso se relaciona con el comportamiento social. Si uno no tiene esa visión ni la capacidad de entender eso no tiene nada que decir, por eso las decisiones generalmente las toman otras disciplinas.
Lo que ocurre hoy es que los arquitectos están marginados del diseño urbano, y queda en manos de gente de geografía, economía, ingeniería, porque realmente no sabe comunicar ni participar en la toma de decisiones, que finalmente son políticas, porque no tienen argumento.
Pocos son los arquitectos de gran calidad de diseño que también lo pueden manejar, la gran mayoría queda fuera de la toma de decisiones a nivel de gobierno, porque tienen un lenguaje distinto, no usan las palabras correctas y no tienen un conocimiento profundo del problema.

JOSE LUIS GOMEZ ORDOÑEZ
IIO –En un país que ha adaptado una ortodoxia neoliberal, con partidos políticos que no se diferencian mucho respecto a lo económico, aparecen planteamientos base que corresponden a un sustento ideológico que no se discute. En lo que respecta a la ciudad, a veces pareciera que es necesario retroceder y discutir asuntos que se dan por sentados.

JLGO – Esa ideología parece confrontar a los prácticos, que solucionan los problemas, con los idealistas, que si bien tienen muy buenos principios, no saben gobernar. Dejando esta imagen, me trasladaría a otro terreno; el de la discusión intersectorial de distintas escalas, diversos poderes, diversos grupos sociales. Un plan que fuese capaz de dibujar la ciudad del futuro, tendría que generar procesos sociales que intercedan en la toma de decisiones y que le quiten la voz exclusiva a algunos sectores o políticas. Es verdad que esto aletarga la toma de decisiones; no es estar cuatro años zanjando discusiones, pero si que crezca la multiparticipación, la multiescala, en que la decisiones son múltiples, económicas, estratégicas, espaciales, sectoriales. Esto sin hablar de ideología, sino refiriéndome en la esfera técnica. Es el miedo a aparezcan complejidades tiene detrás ideología neoliberal.

IIO – Según Norbert Lechner, el rol de la política es ampliar el límite de lo posible. Pareciese que actualmente se entiende que la política, entendida como participación y discusión sobre la realidad que elegimos colectivamente, entorpece y limita aún más. El enriquecer estos procesos, aunque se alarguen, amplia los límites.

JLGO – Sí, el espacio de los proyectos es el de inventar posibles. Hoy más que el énfasis en la factibilidad en lo que se puede hacer, polarizado por el discurso neoliberal, se trata de abrir nuevas perspectivas. Lo que se puede hacer es una cosa, y lo que se podrá hacer si desencadenamos una energía, inventando procesos nuevos que no hemos visualizado todavía, posiblemente sea otra. En términos histórico-políticos, el capitalismo es una máquina de crear nuevos nichos de producción; en ese sentido usa el espacio de una manera abusiva, depredadora; crear nichos para nuevos consumos; es una continua y acelerada búsqueda de nuevos mercados. La paradoja, y esto lo señala muy bien David Harvey, es cómo esta construcción del espacio, una vez que se transforma en capital físico, genera también resistencias. Es decir, va dejando detrás territorios resistentes al cambio; el propio capital necesita estar creando nuevos, pero está destruyendo los que ya había capitalizado; así es, por ejemplo, como hoy se están destruyendo los centros. Entonces se dan esas contradicciones en el sistema capitalista: se necesitan tiempos de reproducción muy cortos, donde el capital financiero sea instantáneo, pero también necesita de capital organizacional, la economía del conocimiento que tanto la exaltan los economistas, que necesita tiempos largos. El tiempo lento de construcción es importante en el urbanismo, y es que la arquitectura, ese capital que se materializa en construcciones del espacio, es un mecanismo de fijación, de insturación de tiempos de cambio lentos.

IIO – Esta idea se relaciona con el concepto que utiliza Francoise Ascher, para referirse al proyecto como herramienta de negociación.

JLGO - Ascher habla también de lo importante de los procedimientos. No hay un plan que te dibuje y organice todo, el plan es una de las cien herramientas espaciales y sociales de una ciudad como Santiago. Probablemente ahora haya carencia de agentes de organización social, y por eso ocurren algunas destrucciones. Esos movimientos rápidos y de largo recorrido que cortan, que dificultan las conexiones lentas, la fractura del contacto entre lugares contiguos, provocada por las grandes arterias evitan precisamente que surjan organizaciones que pongan en discusión la perpetuación del sistema de decisiones que les margina. Pero a mí me parece que ir a las escalas intermedias, manejando los problemas en esa doble dimensión de largo y corto plazo, pero tambiÈn de gran escala y ·mbito reducido, puede ser una eficiente y bonita manera de atender a las formas espaciales de los procesos sociales, que nadie esté en posición de rebatir como inadecuada, o como ideológicamente sesgada.
Qué se hace a partir de la situación que hay ahora, qué mejoras se pueden hacer desde esta plataforma, dónde se puede enterrar la autopista. ¿Sólo en barrios ricos?, pues no. Miles de tareas que hacer en una enorme ciudad como esta, no se pueden resolver con un brochazo.

ALEJANDRO GUTIERREZ
El tema fundamental de conciliar corto y largo plazo es tener los mecanismos adecuados que incentiven esas relaciones. Si tú te olvidas de medir y cuantificar los costos de operación de un proyecto, evidentemente que te vas a olvidar del largo plazo. Si empiezas a incluir esos costos dentro de una cadena económica, te vas a acordar del largo plazo, y vas a poder empezar a ver cuáles son las ventajas de hacer las cosas de una cierta manera en el corto plazo, que es cuando tomas las decisiones. Una de las cosas fundamentales de cuando haces proyectos inmobiliarios de gran escala, es identificar cuáles son los costos de operación del proyecto al largo plazo. Eso cada vez más se está haciendo, y cada vez más en lugar de nosotros proponérselo al cliente, es el propio cliente el que espera tener esas respuestas.
En cuanto a la realidad local, hay que generar I + D en Chile, para tener conocimientos propios respecto a la región en la que están. Es importante además establecer mecanismos de legislación ambiental que obliguen a integrarse. Creo que en Chile hay algunos mecanismos potentes a nivel de legislación ambiental, pero no se han incorporado por aspectos de costumbre del procedimiento; hoy día tú tienes las Evaluaciones de Impacto Ambiental y las Declaraciones de Impacto Ambiental, un marco legal que es propicio para soluciones integradas, que son complejas desde el punto de vista de su aplicación y que requieren por lo tanto un equipo técnico; creo que en Chile existen esos capitales humanos con el conocimiento adecuado, pero el problema es que no se han acomodado a estos nuevos mecanismos que se han propuesto a nivel de planificación ambiental, de integrar en el desarrollo del proyecto los impactos ambientales que éste genera.
El tema de la equidad social es un tema central de la sostenibilidad. Si tú logras tener sostenibilidad ambiental, y no logras tener sostenibilidad social, la verdad es que tu sostenibilidad ambiental va a durar bien poco. Siempre tienes que tratar de tomar en cuenta y solucionar ambos temas, sino, no hay posibilidad de que eso en el tiempo se perpetúe positivamente. Por ejemplo, si tienes un barrio sostenible verde, desde el punto de vista ambiental, pero exclusivo del punto de vista social, la gente que va a vivir ahí no va a trabajar ahí, y la gente que tiene que trabajar ahí, no va a poder vivir por ahí, por lo tanto va a tener que desplazarse, y para eso va a tener que gastar energía; y de aquí a 15 años va a ocupar combustibles fósiles, y con ello emitirá emisiones, lo que finalmente no lo hace sostenible ambientalmente. En el fondo la sostenibilidad es un juego integrado. Sostenibilidad ambiental y social juegan una a favor de la otra, no se pueden aislar.

Fuente original:
http://cientodiez.cl/revistas/vol07/ideologia.html


viernes, 26 de junio de 2009

A propósito de ideas y de la contingencia de mi tesis



(Bueno, primero que nada decir que ante tanta idea revoloteando en la cabeza hay que comprarse un sobre e ir echando papelitos hasta que se llene de una vez por todas y así sucesivamente. Esto con el fin de que no se vayan diluyendo las ideas y reflexiones. )

Según un kilo de reflexiones, en resumen,
Ahora bien; decir que:
Estos lugares, paisajes baldíos, que se intentan categorizar (evitando taxonomías cerradas) aparecen en la ciudad como anomalías ( según sus condiciones) y resultan atemporales y fuera de lugar.

Que la ciudad alcanza un nivel de complejidad muy alto producto de su inclemente desarrollo y debemos de alguna manera, pensar, como enfrentarnos a esta realidad cambiante y acelerada.

Que estos paisajes, que surgen por múltiples procesos (degeneración por abandono, exilio en procesos de reformulación, yuxtaposicion violenta por grandes infraestructuras, indefiniciones por conurbaciones, etc.) son nuevas oportunidades para nuevas perspectivas.

Que la incorporación de estas oportunidades al lenguaje arquitectónico desafía nuevas competencias.




Que el enfrentarse a este escenario nos obliga a adquirir un lenguaje no sólo técnico sino también económico y legal para incorporarnos responsablemente en las discusiones que suscitan cambios.
Que esta participación es urgente ya que la ciudad avanza con poca previsión por parte del privado y precaria planificación por parte del público (me refiero a instituciones, empresas, etc).
Que la ciudad esta avanzando en vías de un modelo económico y eso no es indiferente para nadie , pero la cosa es que ante esto debemos hacer valer nuestra opinión con argumentos concretos evitando los argumentos teóricos (son necesarios a la hora de compartir puntos de vista).
Que probablemente todo esto ocurra en algún momento. Espero que pronto, por mi parte.


lunes, 25 de mayo de 2009

Caminar, aprender, vivenciar / A propósito de la desaparición del Ciudadano


"Parece evidente que en los últimos años el caminar se ha vuelto una difusa práctica de conocimiento capaz de encaminar cada vez más diversos campos del saber. Una práctica de conocimiento fuera del mundo del arte, una especie de grado cero común a geógrafos, arquitectos, urbanistas, paisajistas, antropólogos, sociólogos, coreógrafos, fotógrafos, músicos, así como administradores y activistas políticos. Respecto a las acciones de la vanguardia de los años veinte y de los años setenta, hoy no se camina más en modo auto-demostrativo, para afirmar que el caminar es un arte, siendo esto ya ampliamente reconocido por el mismo sistema del arte No se camina más sólo para reportar la experiencia en los museos bajo la forma de obra o de documentación del archivo, se camina para hacer cumplir la experiencia a otros. Quien camina hoy lo hace cada vez menos en solitario y cada vez más con otros, para compartir con otros, para encontrar a otros.
¿Por qué entonces este deseo de explorar la ciudad y de hacerla explorar? Guy Debord aconsejaba “formar bastantes grupos de dos o tres personas juntas en una misma toma de conciencia, ya que la confrontación entre estas impresiones de estos grupos diferentes debe permitir llegar a conclusiones objetivas”. Dejando de lado la posibilidad o no, de llegar a conclusiones

objetivas, creo que Debord da aquí una primera respuesta importante: la formación de uno o más grupos permite efectivamente mezclar las experiencias y dar una representación compartida y múltiple. Durante el camino se producen importantes relaciones internas y, hecho fundamental, se multiplican las relaciones con lo externo. Se multiplican los pies, los ojos y las orejas, y luego también los deseos, las desviaciones, los encuentros. En dos palabras, se multiplican las interacciones con el territorio.
Ahora bien: caminar con otras personas permite superar el temor y adentrarse en zonas siempre más oscuras y no exploradas. El temor permite aprender, en el sentido de acrecentar la conciencia propia y de tener aprehensión, un temor que despierta el instinto en las confrontaciones del espacio y que te impulsa a encontrar velózmente un rato libre en la red, una vía de fuga, una respuesta. Parece, cada vez más, que para conocer el territorio se necesita ir “allá donde hay miedo pero donde hay también eso que te salva”, como decía Holderlin.
Y no es un caso entonces, que los lugares donde suceden la mayor parte de estas caminatas se encuentran en zonas-off, no frecuentadas, abandonadas. Precisamente el abandono es uno de los sujetos más frecuentados, porque es capaz de revelar, para quien lo sabe leer, el inconsciente de la ciudad, sus problemas irresueltos, sus esqueletos en el armario."

Francesco Careri, Arquitecto, pos situacionista, fundador de Stalker.
En Walking With, Spam ARQ.

martes, 19 de mayo de 2009

Delirios de Errante
















Son días en que sales de tu casa, de tu cubo funcional, de tu unidad hermética, de tus apegos institucionales y te sueltas a la calle, te des - privatizas, o por lo menos lo intentas. Así sales a caminar, y deambulas y piensas y sigues pensando y en tu cabeza nada para, todo es hipertextual como en la maravillosa y casi infinita red, abres ventanas mentales y dejas que todo vaya sucediendo como en las películas, aunque esta es la tuya y como dijo Artaud hace falta una cámara atada a la mente.
El cielo parece gris aunque no lo sea, el calor sofoca y el frío también, la piel se resiste un poco a la realidad ambiental. En fin, todo en la ciudad parece más real que en la televisión, todo se contradice, las imágenes de la calle no son las mismas que las de la televisión, acá la caca huele. Tanto tiempo estudiando para poder racionalizarlo y aún así me parece sólo una forma intelectual de no vivir las cosas.





A la hora de mis viajes por Santiago voy asisitiendo a numerosas entropías, aún captando sus dinámicas a través del lente estático, quieren brotar y salir de su equilibrio. Me intrigan estos espacios, de alguna manera me absorven. Recuerdo a Lefebvre: "disfruto de mi vida entre el centro y la periferia, soy simultáneamente periferico y central". De aquello se trata, de disfrutar el errar. Voy gozando cada momento, quizás pensando demasiado y dibujando poco, o escribiendo poco. Esa culpa me persigue.
Hace varios meses viene rodando en mi cabeza - en relación a esto - el recuerdo de permanent vacation de Jim Jarmusch. Quizás porque lo poderoso de la cinta, más allá de su interpretación cinematográfica, es para mi el valor cultural de su personaje, su dimensión urbana espiritual. Ese vagabundear por vagabundear, por recolectar, por itinerar, por hacer un imaginario fuera del imaginario general. Me recuerda que aún no hemos comprendido en mi País que el espacio público es algo político y no un dispositivo fetiche de consumo como el Mall. Así es, performar todo el tiempo, actuar todo el tiempo, reaccionar a cada momento. Sabemos tan poco del habitar sin función determinada, hemos sido esclavizados por los programas y nos cuesta crear. Quizás los situacionistas lo entendieron mejor y aunque estén muertos, hoy en día parecen cada vez más vigentes: a través del arte urbano, de la instalación, y sobretodo de la crítica ejercida.
En fin, todo esto me ha llevado a pensar últimamente que la mirada acádemica sobre la Ciudad es profundamente tóxica. Es una especie de conductismo tecnocrata que te vuelve un pollo sin pico. No te corta la lengua pero te la adiestra. Y este delirio de la razón produce Monstruos. Habermas tenía razón aún con sus tercas ideologías : En el espacio público se libran batallas de sentido.
Aún con toda esa estrategia higienista sigo resistiéndome, quizás porque la Ciudad es maravillosamente desordenada y caótica y he allí su equilibrio. Por más fuertes que sean los esfuerzos de dominar y controlar las estructuras, por parte del hombre moderno, este siempre fracasará, por desentenderse de la naturaleza. Ciudad en estadio que muta como dijo Ignasi Sola Morales.





viernes, 1 de mayo de 2009

EL SUEÑO DEL ERRANTE -2


Nuestro deber es errar. Nuestro deber es dejarnos llevar por los insterticios de esta gran estructura. Más allá de la perpetuidad de lo estático que rodea nuestra visión, como hormigas hemos de tejer redes allí donde sólo han de existir contenedores.
Un ancho desierto posterior y desconocido depara el camino. Seguir esta ruta sin esperar ser recibido, ser siempre un pasajero sin lugar. Siempre en despedida, siempre momentáneo, como el implacable paso del tiempo. Nuestro deber es errar. Más tampoco hemos tenido opción.
He encontrado aquel lugar despues de tanto tiempo, y en su inmensidad es uno capaz de perderse sin encontrar retorno, sin recordar. Todo es lejano y tan inminente a la vez tal como la bóveda celeste...

miércoles, 15 de abril de 2009

ACERCA DE LA MODERNIDAD Y SU DETRIMENTO


A continuación dejo un texto que tengo bien guardado, escrito por Marc Augé que quisiera compartir con los visitantes.

Sobremodernidad. Del mundo de hoy al mundo de mañana.
Marc Augé

Partiremos, si les parece bien, de la constatación de dos paradojas. La primera nos concierne a todos. Continuamente escuchamos hablar de globalización, de uniformización, hasta de homogeneización; y de hecho la interdependencia de los mercados, la rapidez, cada día más acelerada, de los medios de transporte, la inmediatez de las comunicaciones por teléfono, fax, correo electrónico, la velocidad de la información y también en el ámbito cultural, la omnipresencia de las mismas imágenes, o, en el ámbito ecológico, la llamada de atención sobre el alza de la temperatura de la tierra o la capa de ozono, nos pueden dar la impresión de que el planeta se ha vuelto nuestro punto de referencia en común.

Esta planetarización puede, según los ámbitos que afecte y la opinión de los observadores, parecer como algo bueno, un mal menor o un horror, pero es, de todos modos, un hecho. Por un lado, sin embargo, vemos multiplicarse las reivindicaciones de identidad local con formas y a escalas muy diferentes entre unas y otras: el más pequeño de nuestros pueblos ilumina su iglesia del siglo XVI y exalta sus especialidades (Thiers, capital de la cuchillería, Janzé, cuna del pollo de
gran-ja); o bien los idiomas regionales recobran su importancia. En Europa y en otras partes del mundo los nacionalismos renacen o se vuelven a inventar. Los resurgimientos religiosos se fundan en un pasado recuperado o reconstruido (la religión maya, el movimiento de la mexicanidad en América Central, el neochamanismo en Corea del Sur). Los integrismos se generan, con más o menor vigor, en el seno de religiones basadas en textos sagrados. Estas reivindicaciones de singularidad a me-nudo están en relación (en relación antagonista) con la mundialización del mercado y tal vez asistimos hoy en día, en Rusia, en América
Latina o en Asia, a fenómenos que no son signos exclusivos de lógicas monetarias, bursátiles o incluso económicas. Aquí, otra vez, las opiniones pueden diferir, pero para el conjunto, cada uno puede constatar felizmente que el mundo no está definitivamente bajo el signo de la uniformidad y a la vez inquietarse ante los desórdenes y las violencias que genera la locura identitaria.
La segunda paradoja me resulta más personal. O más bien tiene que ver con la disciplina a la cual pertenezco. Los etnólogos son por tradición especialistas en sociedades lejanas y exóticas para la mirada occidental, o especialistas en los sectores más arcaicos de las sociedades modernas. Entonces pues, legítimamente nos podemos preguntar si están mejor situados para estudiar las complejidades delmundo actual, si su terreno de investigación no se está reduciendo, desapareciendo. No lo creo; creo incluso lo contrario. Y es quizá al justificar esta afirmación paradójica que podré contribuir a explicitar la gran paradoja, la que nos concierne a todos, la paradoja del mundo contemporáneo, a la vez unificado y dividido, uniformizado y diverso, ala vez (ya volveré a estos términos) desencantado y reencantado.

Mi argumento principal será que los cambios acelerados del mundo actual (pero también sus lentitudes y sus cargas) constituyen un desafío para el enfoque etnológico, pero un desafío que no lo toma del todo de improviso, por razones que quisiera señalar brevemente antes de llegar al tema principal del debate. El método etnológico no tiene como objetivo final el individuo (como el de los psicólogos), ni de la colectividad (como el de los sociólogos), pero sí la relación que permite pasar del uno al otro. Las relaciones (relaciones de parentesco, relaciones económicas, relaciones de poder) deben ser, en un conjunto cultural dado, concebibles y gestionables. Concebibles ya que tienen una cierta evidencia a los ojos de los que se reconocen en una misma colectividad; en este sentido son simbólicas (se dice por ejemplo que la bandera simboliza la patria, pero la simboliza sólo si un cierto número de individuos se reconocen en ella o a través de ella, si reconocen en ella
el nexo que los une: es ese nexo lo que es simbólico). Gestionables porque toman cuerpo en instituciones que las ejecutan (la familia, el Estado, la Iglesia y muchas otras a distintas escalas).
La observación antropológica siempre está contextualizada. La observación y el estudio de un grupo sólo tienen sentido en un contexto dado y además se puede comentar la pertinencia de tal o tal contexto: jefatura, reino, etnia, área cultural, red de intercambios económicos, etcétera. Ahora bien, hoy en día, incluso en los grupos más aislados, el contexto, a fin de cuentas, siempre es planetario. Ese contexto está presente en la conciencia de todos, interfiere desigual pero en todas partes de manera sensible con las configuraciones locales, lo cual modifica las
condiciones de observación. Es al análisis de este cambio al cual les invito ahora. Lo podemos localizar, me parece, a partir de tres movimientos complementarios:

· El paso de la modernidad a lo que llamaré la sobremodernidad.
· El paso de los lugares a lo que llamaré los no-lugares.
· El paso de lo real a lo virtual.

Estos tres movimientos no son, propiamente dicho, distintos unos de los otros. Pero privilegian puntos de vistas diferentes; el primero pone énfasis en el tiempo, el segundo en el espacio y el tercero en la imagen. Baudelaire, al principio de sus Tableaux parisiens [Retratos parisinos] evoca París como un ejemplo de ciudad moderna. El poeta, acodado a su ventana mira "...el taller que canta y que charla; Los tubos, los campanarios, estos mástiles de la ciudad, Y los grandes cielos que hacen soñar con la eternidad."

Los tubos son las chimeneas de las fábricas.

Jean Starobinski hizo notar que es esta acumulación, la adición de las distintas temporalidades lo que configura a la modernidad del lugar. Este ideal de acumulación corresponde a un cierto deseo de escribir o de leer el tiempo en el espacio: el tiempo pasado que no borra del todo el tiempo presente, y el tiempo futuro que ya se perfila. Benjamín, lo sabemos, veía en la arquitectura de los pasajes parisinos, una prefiguración de la ciudad del siglo XX. En resumen, por acumulación, esa imagen del espacio corresponde a una progresión, a una imagen del tiempo como progreso.
Max Weber, para evocar la modernidad, hablará del desencanto del mundo. La modernidad en términos de desencanto puede definirse por tres características: la desaparición de los mitos de origen, de los mitos de fundación, de todos los sistemas de creencia que buscan el sentido del presente de la sociedad en su pasado; la desaparición de todas las representaciones y creencias que, vinculadas a esta presencia [prégnance] del pasado, hacían depender la existencia e incluso la definición del individuo de su entorno; el hombre del Siglo de las Luces es el individuo dueño de sí mismo, a quien la Razón corta sus lazos supersticiosos con los dioses, con el terruño, con su familia, es el individuo que afronta el porvenir y se niega a interpretar el presente en términos de magia y de brujería. Pero la modernidad es también la aparición de nuevos mitos que no son más, esta vez, mitos del pasado pero si mitos del futuro, escatológicos, utopías sociales que traen del porvenir (la sociedad sin clase, un futuro prometedor) el sentido del presente.
Este movimiento de substitución de los mitos del pasado por los del futuro está analizado minuciosa-mente por Vincent Descombes en su libro Philosophie par gros temps (1984).
He aquí el progreso tal y como se concebía, digamos, hasta los años cincuenta, concepción evidentemente sostenida por las conquistas de la ciencia y de la técnica y, en el mundo accidental, por la certeza que con el final de la segunda guerra mundial las fuerzas del bien habían vencido definitivamente a las fuerzas del mal.
Pero esta idea de progreso, directamente surgida de los siglos XVIII y XIX, se va descomponiendo en la segunda mitad del siglo XX. Las evidencias de la historia y las desilusiones de la actualidad llegarán a lo que podríamos llamar un segundo desencanto del mundo, que se manifiesta en tres versiones a la vez contrastadas y complementarias.

En la primera versión, constatamos que los mitos del futuro, ellos también, eran ilusiones. El fracaso político, económico y moral de los países comunistas autoriza una lectura retrospectiva y pesimista de la historia del siglo y desacredita a las teorías que pretenden extrapolar el futuro. El filósofo Jean-Francois Lyotard se refirió al tema como el "fin de los grandes relatos".
La segunda versión es más triunfalista. Corresponde al primer término de la paradoja que evocaba al principio. Es el tema de la "aldea global", según el término de Macluhan, una aldea global atravesada por una misma red económica en donde se habla el mismo idioma, el inglés, y dentro de la cual la gente se comunica fácilmente gracias al desarrollo de la tecnología. Más recientemente, este tema consiguió una traducción política con la noción de "fin de la historia" desarrollada por el americano Fukuyama. Este no sostiene, evidentemente, que la historia de eventos esté acabada, ni que todos los países hayan llegado al mismo estado de desarrollo, sino que afirma que el acuerdo es general en cuanto a la fórmula que asocia la economía de mercado y la democracia representativa para un mayor bienestar de la humanidad. Esta combinación es presentada en cierto modo como indiscutible, y si marca el fin de la historia, para Fukuyama, es porque él identifica la historia con lo que tradicionalmente se denomina la historia de las ideas.
Sin discutir la filosofía que sostiene esta teoría, podemos no obstante constatar que desde su primera formulación, condenaba a pensar la historia actual de una gran parte del planeta como signos de excepción o de retraso. En el plano cultural, los antropólogos americanos de la corriente postmodernista hicieron observar a contrario que hoy en día asistimos a una multiplicidad de reivindicaciones culturales singulares, al despliegue de un verdadero patchwork mundial en el que cada pedazo está ocupado por una etnia o un grupo específico. Y de hecho, en el continente americano, para hacer solamente referencia a éste, las reivindicaciones de las poblaciones amerindias, a menudo en un gran estado de pobreza, pasan por la afirmación de su propia cultura y de su propia historia, incluso en el caso de Chiapas y de muchas otras regiones de América Central y del Sur, cuando recurren, episódicamente o de manera continuada, a la violencia armada.
La antropología llamada postmodernista propone una ideología de la fragmentación (el mundo es diverso y no hay más que decir). Sin duda infravalora los estereotipos que relativizan la originalidad de las reivindicaciones culturales particulares y su integración en el sistema de la comunidad mundial (Chiapas es conocida hoy en día por la opinión pública mundial ya que su animador, el subcomandante Marcos, domina la utilización de los medios de comunicación y del cyberespacio).
La antropología postmoderna tiene por lo menos el mérito de mostrar, en el ámbito cultural, los límites de las teorías de la uniformización. Pero al quedarse sólo en el plano cultural, tal vez indebidamente separada del resto, descuida todas las manipulaciones políticas, todas las violencias integristas u otras que constituyen a su manera un rechazo a la aldea global liberal, y, además, también proclama un cierto final de la historia: el fin, por la fragmentación dentro de la polifonía cultural, del movimiento que daba un sentido, una dirección, a esta historia.
Los teóricos de la uniformización, como los de la polifonía postmoderna, toman nota de hechos reales pero hacen mal, me parece, en inscribir sus análisis bajo el signo del fin o de la muerte fin de la historia, para unos, fin de la modernidad, para otros, fin de las ideologías para todos.
Tal vez sea al revés, y hoy en día suframos de un exceso de modernidad; más exactamente, y al hacer abstracción de todo juicio de valor, quizá podamos ser inducidos a pensar que la paradoja del mundo contemporáneo es signo no de un fin o de una difuminación, pero sí de una multiplicación y de una aceleración de los factores constitutivos de la modernidad, de una sobredeterminación en el sentido de Freud, y después de él de Althusser, término que utilizaron para designar los efectos imprevisibles y difíciles de analizar de una superabundancia de causas.

La noción de sobremodernidad

Neologismo por neologismo, les propondré por mi parte el término de sobremodernidad para intentar pensar conjuntamente los dos términos de nuestra paradoja inicial, la coexistencia de las corrientes de uniformización y de los particularismos. La situación sobremoderna amplía y diversifica el movimiento de la modernidad; es signo de una lógica del exceso y, por mi parte, estaría tentado a mesurarla a partir de tres excesos: el exceso de información, el exceso de
imágenes y el exceso de individualismo, por lo demás, cada uno de estos excesos está vinculado a los otros dos.
El exceso de información nos da la sensación de que la historia se acelera. Cada día somos informados de lo que pasa en los cuatro rincones del mundo. Naturalmente esta información siempre es parcial y quizá tendenciosa: pero, junto a la evidencia de que un acontecimiento lejano puede tener consecuencias para nosotros, nos refuerza cada día el sentimiento de estar dentro de la historia, o más exactamente, de tenerla pisándonos los talones, para volver a ser alcanzados por ella durante el noticiero de las ocho o durante las noticias de la mañana.
El corolario a esta superabundancia de información es evidentemente nuestra capacidad de olvidar, necesaria sin duda para nuestra salud y para evitar los efectos de saturación que hasta los ordenadores conocen, pero que da como resultado un ritmo sincopado a la historia. Tal acontecimiento que había llamado nuestra atención durante algunos días, desaparece de repente de nuestras pantallas, luego de nuestras memorias, hasta el día que resurge de golpe por razones que se nos escapan un poco y que se nos exponen rápidamente. Un cierto número de acontecimientos tiene así una existencia eclíptica ,olvidados, familiares y sorprendentes a la vez, tal como la guerra del Golfo, la crisis irlandesa, los atentados en el país vasco o las matanzas en Argelia. No sabemos muy bien por donde vamos, pero vamos y cada vez más rápido.
La velocidad de los medios de transporte y el desarrollo de las tecnologías de comunicación nos dan la sensación que el planeta se encoge. La aparición del cyberespacio marca la prioridad del tiempo sobre el espacio. Estamos en la edad de la inmediatez y de lo instantáneo. La comunicación se produce a la velocidad de la luz. Así, pues, nuestro dominio del tiempo reduce nuestro espacio. Nuestro "pequeño mundo" basta apenas para la expansión de las grandes empresas económicas, y el planeta se convierte de forma relativamente natural en un desafío
de todos los intentos "imperiales".
El urbanista y filósofo Paul Virilio, en muchos de sus libros, se preocupó por las amenazas que podían pesar sobre la democracia, en razón de la ubicuidad y la instantaneidad con las que se caracteriza el cyberespacio. Él sugiere que algunas grandes ciudades internacionales, algunas grandes empresas interconectadas, dentro de poco, podrán decidir el porvenir del mundo. Sin necesariamente llevar tan lejos el pesimismo, podemos ser sensibles al hecho de que en el ámbito político también los episodios locales son presentados cada vez más como asuntos "internos", que eventualmente competen al "derecho de injerencia". Queda claro que el estrecha-miento del planeta (consecuencia del desarrollo de los medios de transporte, de las comunicaciones y de la industria espacial) hace cada día más creíble (y a los ojos de los más poderosos más seductora) la idea de un gobierno mundial. El Mundo Diplomático del mes pasado comentaba, bajo la pluma, por cierto muy crítica de un profesor americano de la universidad de San Diego, las perspectivas para el siglo que viene trazadas por David Rothkopf, director del gabinete de consultorías de Henri Kissinger. Las palabras de David Rothkopf en el diario Foreign Policy hablan por sí mismas:
"Compete al interés económico y político de los Estado Unidos el vigilar que si el mundo opta por un idioma único, éste sea el inglés; que si se orienta hacía normas comunes tratándose de comunicación, de seguridad o de calidad, sean bajo las normas americanas; que si las distintas partes se unen a través de la televisión, la radio y la música, sean con programas americanos; y que, si se elaboran valores comunes, estos sean valores en los cuales los americanos se reconozcan".
En realidad, no hay aquí nada de extraordinario ya que las tentaciones imperiales no fechan de hoy ni incluso de ayer, pero el hecho notable es que el dominio imaginado ahora es planetario y que los medios de comunicación constituyen su arma principal.
Ahora bien, el tercer término por el cual podríamos definir la sobremodernidad consiste en la individualización pasiva, muy distinta del individualismo con-quistador del ideal moderno: una individualización de consumidores cuya aparición tiene que ver sin ninguna duda con el desarrollo de los medios de comunicación. Durkheim, a principios de este siglo, lamentaba ya la debilitación de lo que llamaba los "cuerpos intermediarios": englobaba bajo este término las instituciones mediadoras y creadoras de lo que llamaríamos hoy en día el "nexo social", tales como la escuela, los sindicatos, la familia, etcétera. Una observación del mismo tipo podría ser formulada con más insistencia hoy, pero sin duda podríamos precisar que son los medios de comunicación los que sustituyen a las mediaciones institucionales.
La relación con los medios de comunicación puede generar una forma de pasividad en la medida en que expone cotidianamente a los individuos al espectáculo de una actualidad que se les escapa; una forma de soledad en la medida en que los invita a la navegación solitaria y en la cual toda telecomunicación abstrae la relación con el otro, sustituyendo con el sonido o la imagen, el cuerpo a cuerpo y el cara a cara; en fin, una forma de ilusión en la medida que deja al criterio de cada uno el elaborar puntos de vista, opiniones en general bastante inducidas, pero percibidas como
personales.
Por supuesto, no estoy describiendo aquí una fatalidad, una regla ineluctable, pero sí un conjunto de riesgos, de tentaciones e incluso de tendencias. Tiempo atrás, la prensa escribió sobre una parte de la juventud japonesa, la cual, a través de los medios de comunicación, llegaba hasta el aislamiento absoluto. Despolitizados, poco informados sobre la historia del Japón, naturalmente opuestos a la bomba atómica y tentados a huir en el mundo virtual, los otaku (es así como los llaman) se quedan en su casa entre su televisor, sus vídeos y sus ordenadores, dedicándose a una pasión monomaníaca con un fondo de música incesante. Un informe americano muy fundamentado dio a conocer recientemente el sentimiento de soledad que invade a la mayoría de los internautas.
En cuanto a la individualización de los destinos o de los itinerarios, y a la ilusión de libre elección individual que a veces la acompaña, éstas se desarrollan a partir del momento en el que se debilitan las cosmologías, las ideologías y las obligaciones intelectuales con las que están vinculadas: el mercado ideológico se equipara entonces a un selfservice, en el cual cada individuo puede aprovisionarse con piezas sueltas para ensamblar su propia cosmología y tener la sensación de pensar por sí mismo.
Pasividad, soledad e individualización se vuelven a encontrar también en la expansión que conocen ciertos movimientos religiosos que supuestamente desarrollan la meditación individual; o incluso en ciertos movimientos sectarios.
Significativamente, me parece, las sectas pueden definirse por su doble fracaso de socialización: en ruptura con la sociedad dentro de la cual se encuentran (lo que basta para distinguirlas de otros movimientos religiosos), fracasan también a la hora de crear una socialización interna, ya que la adhesión fascinada por un gurú la reemplaza y se revela a menudo incapaz de asegurar de forma duradera en la reunión de algunos individuos o más bien la agregación que toma la apariencia de reunión, un mínimum de cohesión. El suicidio colectivo, desde esta perspectiva, es
una salida previsible: el individuo que rechaza el nexo social, la relación con el otro, ya está simbólicamente muerto.

Los no-lugares

Paso ahora al segundo movimiento anunciado, paralelo al primero, el paso de los
lugares a los no-lugares. Para la antropología, el lugar es un espacio fuertemente simbolizado, es decir, que es un espacio en el cual podemos leer en parte o en su totalidad la identidad de los
que lo ocupan, las relaciones que mantienen y la historia que comparten. Tenemos todos una idea, una intuición o un recuerdo del lugar entendido de esta manera. Es, por ejemplo, el recuerdo del pueblo familiar donde pasábamos las vacaciones o también un recuerdo literario. Pienso en Combray (Combray-Iliers) de Proust y en el conocimiento que Francoise, la sirvienta de la familia del narrador, tiene de todos sus habitantes: después de una minuciosa observación de los espacios prácticamente asignados a cada uno en el espacio aldeano, y hasta en la iglesia,
ella le da un sentido al más ínfimo desplazamiento de cualquiera. El lugar, en este sentido, para usar una expresión del filósofo Vincente Descombes en su libro sobre Proust, es también un "territorio retórico", es decir, un espacio en donde cada unose reconoce en el idioma del otro, y hasta en los silencios: en donde nos entendemos con medias palabras. Es, en resumen, un universo de reconocimiento, donde cada uno conoce su sitio y el de los otros, un conjunto de puntos de referencias espaciales, sociales e históricos: todos los que se reconocen en ellos tienen algo en común, comparten algo, independientemente de la desigualdad de sus respectivas situaciones. La vida, la vida individual, no es necesariamente fácil en un lugar tal; tiene sentido pero carece de libertad, y por eso se concibe que en distintos países y en distintas épocas el paso de la aldea a la ciudad haya podido ser vivido como una liberación.
Los antropólogos estudiaron tales lugares. "Desde la aparición del lenguaje, escribió L.S., hizo falta que el universo significara". Hizo falta, en otros términos, reconocerse en el universo antes de conocer algo, ordenar y simbolizar el espacio y el tiempo para dominar las relaciones humanas. Entre paréntesis, y a pesar de los progresos fantásticos de la ciencia, este diálogo entre sentido y conocimiento, entre simbolismo y saber no está a punto de desaparecer, ya que las relaciones entre humanos no pueden depender enteramente de la ciencia o del saber. Así, pues, los
antropólogos estudiaron, en las sociedades que llamamos tradicionales, cómo la identidad, las relaciones sociales y la historia se inscribían en el espacio.
En África, como en Asia, en Oceanía o en América, ni la distribución de las aldeas ni las pautas de residencia, ni tampoco las fronteras entre lo profano y lo sagrado están dejadas al azar. No nacemos dondequiera, no vivimos en cualquier lugar (y hemos inventado palabras sabias para referirnos a la residencia en casa del padre, de la madre, del tío, del marido o de la mujer: patrilocalidad, matrilocalidad, avuncolocalidad, virilocalidad o uxorilocalidad). Incluso las poblaciones nómadas tienen una relación muy codificada con el espacio. Así, los Tuaregs no sólo tienen, naturalmente, itinerarios fijos y señalizados sino que también, en cada una de sus
paradas, las tiendas de campaña son distribuidas en un orden determinado. Esta preocupación por dar sentido al espacio en términos sociales puede también aplicarse a la casa. Jean-Pierre Vernant nos ha recordado que los griegos de la época clásica distinguían el hogar, centro de la morada y asiento femenino de Hestía, del umbral espacio de Hermes, zona masculina y abierta al exterior. El cuerpo mismo en algunas culturas está considerado como un receptáculo de ciertas
presencias ancestrales y se divide (es el caso en ciertas culturas del Sur de Togo y de Benin) en zonas, objeto de curas especiales o de ofrendas específicas. Así, al definir el lugar como un espacio en donde se pueden leer la identidad, la relación y la historia, propuse llamar no-lugares a los espacios donde esta lectura no era posible. Estos espacios, cada día más numerosos, son:

· Los espacios de circulación: autopistas, áreas de servicios en las gasolineras,
aeropuertos, vías aéreas...
· Los espacios de consumo: super e hypermercados, cadenas hoteleras
· Los espacios de la comunicación: pantallas, cables, ondas con apariencia a veces
inmateriales.

Podemos pensar, por lo menos en un primer nivel de análisis, que estos nuevos espacios no son lugares donde se inscriben relaciones sociales duraderas. Sería, por ejemplo, muy difícil hacer un análisis en términos durkheimianos de una sala de espera de Roissy: salvo excepción, por suerte siempre posible, los individuos se mueven sin relacionarse, ni negociar nada, pero obedecen a un cierto número de pautas y de códigos que les permiten guiarse, cada uno por su lado. En la
autopista, sólo veo del que me adelanta un perfil impasible, una mirada paralela, y luego cuando lo tengo delante el pequeño intermitente rojo que encendió casi sin pensarlo.
Estos no-lugares se yuxtaponen, se encajan y por eso tienden a parecerse: los aeropuertos se parecen a los supermercados, miramos la televisión en los aviones, escuchamos las noticias llenando el depósito de nuestro coche en las gasolineras que se parecen, cada vez más, también a los supermercados. Mi tarjeta de crédito me proporciona puntos que puedo convertir en billetes de avión, etcétera. En la soledad de los no-lugares puedo sentirme un instante liberado del peso de las relaciones, en el caso de haber olvidado el teléfono móvil. Este paréntesis tiene un
perfume de inocencia (en francés se puede jugar con la palabra "no-lugares"), pero
no nos imaginamos que pueda prolongarse más allá de unas horas. La versión negra de los no-lugares serían los espacios de tránsito donde nos eternizamos, los campos de refugiados, todos estos campos de fortuna que reciben una asistencia humanitaria, y donde los lugares intentan recomponerse.
Los no-lugares, entonces, tienen una existencia empírica y algunos geógrafos, demógrafos, urbanistas o arquitectos describen la extensión urbana actual como suscitando espacios que, si se retiene la definición que propuse, son verdaderos no-lugares. Hervé Le Bras, en su libro La planète au village [El planeta en la aldea], destaca que vivimos una era de extensión urbana tan desarrollada que hace estallar los límites de la antigua ciudad: un tejido más o menos desorganizado se despliega a lo largo de las vías de comunicación, de los ríos y de las costas. Habla
en este contexto de "filamentos urbanos" y toma como ejemplo a la red urbana que se extiende sin interrupción de Manchester a la llanura del Pô, y a la cual los geógrafos dieron el nombre de "banana azul" para describir la dispersión tan peculiar que se ve en las fotografías tomadas de noche por los satélites. Augustin Berque, en su libro Du geste à la cité [Del gesto a la ciudad], demostró como la ciudad de To-kio perdió su inscripción en el paisaje mientras desaparecían también sus lugares de sociabilidad interna. Hasta hace poco, uno de los elementos del gran
paisaje (el Monte Fuji o el mar) se percibía siempre desde cualquier calle. Pero la construcción de grandes edificios suprimió estos puntos de vista. Por otro lado, las últimas callejuelas o callejones sin salida que creaban lugares de encuentro, de intercambio y de charlas, alrededor de los talleres y de los colmados, desaparecían bajo el efecto de la misma transformación.
El arquitecto Rem Koolhass propuso la expresión de "ciudad genérica" para designar el modelo uniforme de las ciudades que se encuentran hoy en día por doquier en el planeta. La ciudad genérica, escribe él, "es lo que queda una vez que unos vastos lienzos de vida urbana hayan pasado por el cyberespacio. Un lugar donde las sensaciones fuertes están embotadas y difusas, las emociones enrarecidas, un lugar discreto y misterioso como un vasto espacio iluminado por una lámpara de cabecera". Y añade: "...el aeropuerto es hoy día uno de los elementos que caracteriza más distintivamente a la Ciudad Genérica [...] Es, por otra parte, un imperativo, ya que el aeropuerto es más o menos todo lo que un individuo medio tienen la oportunidad de conocer de la mayoría de las ciudades [...] el aeropuerto es un condensado a la vez de lo hiperlocal y de lo hipermundial: hipermundial porque propone mercancías que ni se encuentran en la ciudad, hiperlocal porque en él se proporcionan productos que no existen en ninguna otra parte".

Es necesario aclarar que la oposición entre lugares y no-lugares es relativa. Varía según los momentos, las funciones y los usos. Según los momentos: un esta-dio, un monumento histórico, un parque, ciertos barrios de París no tienen ni el mismo cariz, ni el mismo significado de día o de noche, en las horas de apertura y cuando están casi desiertos. Es obvio. Pero observamos también que los espacios construidos con una finalidad concreta pueden ver sus funciones cambiadas o adaptadas. Algunos grandes centros comerciales de las periferias urbanas, por ejemplo, se han convertido en puntos de encuentro para los jóvenes que han sido atraídos, sin duda, por los tipos de productos que se pueden ver (televisión, ordenadores, etcétera, que son el medio de acceso actual al vasto mundo); pero, más aún, empujados por la fuerza de la costumbre y la necesidad de volver a encontrase en un lugar en donde se reconocen. Finalmente, está claro que es también el uso lo que hace el lugar o el no-lugar: el viajero de paso no tiene la misma relación con el espacio del aeropuerto que el empleado que trabaja allí cada día, que encuentra a
sus colegas y pasa en él una parte importante de su vida.
La definición del espacio está, en consecuencia, en función de los que viven en él. En una tesis que dio lugar a un libro, Coeur de Banlieue [Corazón de suburbio], uno de mis antiguos estudiantes describió cómo en Courneuve, en la ciudad de los 4000, los más jóvenes (entre 10 y 16 años) constituían bandas que se apropiaban del territorio de su ciudad, lo defendían eventualmente contra otras bandas y hacían cumplir a los nuevos miembros unos ritos iniciáticos que siempre estaban relacionados con el dominio lúdico y simbólico del lugar. En este caso deberíamos hablar, más bien, de superlocalización. En la televisión, en directo, hasta vimos a adultos llorar delante del espectáculo del derrumbamiento de las "barras" (grandes edificios de los suburbios), en las cuales habían vivido. Si bien estos grandes grupos de vivienda podían parecer deplorables a los observadores foráneos, para otros habían sido, mal que bien, un lugar de vida.
La superlocalización puede ser vinculada a fenómenos de exclusión o de marginación. Sabemos que los jóvenes de los suburbios "se precipitan" sobre París el sábado por la noche, y más precisamente a ciertos barrios ¾la Bastille, le Forum des Halles, Les Champs Elysées, que, sin duda, les parecen condensar la quintaesencia del "espectáculo" urbano y donde tienen la oportunidad de ver, y eventualmente, de experimentar los aparatos que dan acceso al mundo de la información y de la imagen. Tal vez vamos hoy en día a ver de los escaparates de las tiendas de televisores y de ordenadores como íbamos antes, en mi pueblo bretón, a la orilla del mar para soñar con partidas y viajes. El "fuera del lugar" de una ciudad, la capital, de la cual sólo son captados por definición sus reflejos, sería la contrapartida del "super-lugar" de la metrópoli.
Al hablar del espacio estamos naturalmente inducidos a hablar de la mirada, no sin identificar, a este respecto, un peligro, un riesgo. Toda superlocalización conlleva el peligro de ignorar a los otros, los del exterior inmediato, de desimbolizar, en este sentido, la relación social, y, más aún, de obviarla por tener sólo acceso, a través de las imágenes, aun mundo soñado o fantaseado. Lejos de reservar este riesgo sólo a nuestros suburbios, pienso que es el riesgo de todos en distintos grados. Pero la aparición en algunos continentes de barrios privados, hasta ciudades
privadas, y en todas las grandes ciudades del mundo de edificios superprotegidos con sus puentes levadizos electrónicos, demuestra que para muchos, lo que llamamos la planetarización, corresponde a un intento contradictorio, y en ciertos aspectos un poco irrisorio, de conciliar el repliegue del cuerpo al abrigo de fronteras estrechas y el vagabundeo de la mirada a través de las imágenes del mundo o el mundo de las imágenes: ¿no es, después de todo, la actitud del que se duerme en el hueco de su cama para soñar con lo vivido el día anterior?.

De lo real a lo virtual

Alcanzamos aquí, me parece, el punto central de nuestro tema. Más allá de nuestros interrogantes en cuanto a las mutaciones del tiempo y del espacio, se trata de la relación que mantenemos con lo real, concebido él mismo como problemático, ya que nos atrevemos a hablar del paso de lo real a lo virtual.
En primer lugar dos precisiones:
El término "virtual" se utiliza hoy en día de manera poco clara. Las imágenes llamadas virtuales no lo son en calidad de imágenes. Por esta razón, son eminentemente actuales, y algunas realidades que representan son, además, también actuales. Al contrario, todas las ficciones a las cuales dan forma, todos los "mundos" que representan (como en los video-juegos) no son forzosamente "virtuales" si no tienen ninguna oportunidad, ninguna posibilidad de hacerse "actuales" o de realizarse, mientras no sean realidades "en potencia" (pensamos aquí en la definición del Littré. Virtual: "Que resulta sólo en potencia y sin efecto actual"). En cambio, lo que es virtual, y podría ser una amenaza, es el efecto de la fascinación absoluta, de devolución reciproca de la imagen a la mirada y de la mirada a la imagen que el desarrollo de las tecnologías de la imagen puede generar.
En este punto, una segunda precisión tal vez sea necesaria. No tengo ninguna intención de disertar contra la imagen y las tecnologías de la comunicación (esto no tendría sentido). Subrayar los peligros que comportan la alienación progresiva a una tecnología, las confusiones inducidas por el peso de la pereza y de la costumbre, intentar reconocer la fuerza y los efectos de la ilusión, es más bien recordar que la imagen, por más sofisticada que pueda ser, sólo es una imagen, es decir, un me-dio de ilustración, a veces de exploración, a menudo de comunicación o también de distracción. Marx decía que las relaciones con la naturaleza correspondían en última instancia a relaciones entre los hombres; podríamos más evidentemente, y con más razón, decir lo mismo de las relaciones con las imágenes.
Quisiera entonces enumerar rápidamente todas las ambigüedades de nuestra relación con la imagen antes de sugerir en qué condiciones puede no ser un obstáculo a la libre construcción de nuestras identidades individuales y colectivas.
Por-que es aquí, creo yo, donde radica el desafío esencial de nuestro futuro. La imagen recibida o percibida, sobretodo la que difunden nuestros televisores, tiene varias características.
·Iguala acontecimientos: millones de muertos en Afganistán; nuevo fracaso del París Saint-Germain.
·Iguala personas: las figuras de la política, las estrellas del espectáculo, del deporte y de la televisión misma, pero también las muñecas y otros títeres que se pegan a la piel de los que caricaturizan, o incluso los personajes ficticios de algunos culebrones que nos parecen más reales que los actores. Esta igualación no es inocente en la medida que dibuja los contornos de un nuevo Olimpo, cercano pero inaccesible como un espejismo del que reconocemos los héroes y los dioses sin realmente conocerlos.
·Hace incierta la distinción entre lo real y la ficción. Los acontecimientos están concebidos y escenificados para ser vistos en la televisión. Lo que veíamos de la guerra del Golfo tenía la apariencia de un video juego. El desembarco a Somalia se hizo a la hora anunciada, como cualquier otro espectáculo, delante de centenares de periodistas. Si la vida política internacional, hoy día, a menudo tiene aspectos de "culebrón" es sin duda, ante todo, porque debe ser llevada a la pantalla, por múltiples razones, en las cuales intervienen tanto los cálculos tácticos de los actores como las expectativas o costumbres de los espectadores.
Las mediaciones políticas están sometidas así al ejercicio mediático. Algunos ven en la televisión de hoy el equivalente del ágora griega, pero quizá infravaloran la pasividad que conlleva la definición del ciudadano como espectador.
Otro efecto deletéreo de la poderosa presencia [prégnance] de la imagen, bien podría ser equiparado con lo que, a propósito de otras drogas livianas, llamamos adicción. La adicción a la imagen aísla al individuo y le propone simulacros del prójimo. Más estoy en la imagen, menos invierto en la actividad de negociación con el prójimo que es en la reciprocidad, constitutiva de mi identidad. La relación simbólica de la que hablaba al principio, y que en todas las sociedades es a la vez objeto y desafío de la actividad ritual, implica esta doble actividad de
reconocimiento del prójimo y de la reconstrucción de sí mismo.
Las imágenes, en esta actividad eminentemente social, pueden tener un papel decisivo, un papel mediador, por eso se utilizaron en las empresas de conquista y de colonización cuya historia nos proporciona muchos ejemplos. Así las órdenes mendicantes, y luego los jesuitas, para convertir a los indios de México empezaron a sustituir sus imágenes, las de una tradición azteca muy rica en este ámbito, por las del barroco cristiano y castellano. Esta "guerra de imágenes", para tomar el titulo del libro del especialista en historia de México Serge Gruzinski, duró siglos, y aún hoy en día no está del todo acabada cuando desde hace algunos años el evangelismo protestante de origen norteamericano empieza, no sin éxito, a erradicar toda referencia a las imágenes católicas o paganas, y conduce, con menos ruido, a una nueva guerra de religión que se extiende a todos los continentes, sobretodo con pantallas superpuestas, porque, si bien denuncian la imaginería católica o los fetiches paganos, los evangelistas no odian ni el espectáculo, ni la pantalla.
El hecho nuevo hoy en día, y aquí radica el problema, es que a menudo la imagen ya no representa un papel de mediación con el otro, pero sí se identifica con él. La pantalla no es un mediador entre yo y los que me presenta. No crea reciprocidad entre ellos y yo. Los veo pero ellos no me ven. Esta mediación naturalmente puede existir en otra parte; puedo tener un nexo familiar, político, amistoso o intelectual con los que veo en la pantalla. La molestia empieza cuando el simulacro se instala, cuando la ficción hace las veces de real, cuando todo pasa como si no hubiera otra realidad que la de la imagen.
Ahora bien, este fenómeno de sustitución de la realidad por la imagen, que inicialmente suponía representar o ilustrarla, es muy generalizado hoy en día, y tomaré, para acabar, un ejemplo de ello que no es directamente o estrictamente ni político ni mediático. El mundo es recorrido hoy en día por flujos de población que esencialmente van en sentidos contrarios: los inmigrantes a los que sus dificultades económicas precipitan hacía un mundo occidental, que tienden a mitificar; los turistas, con el ojo pegado a sus cámaras y encandilados, recorren los países que a menudo son aquellos de donde parten los inmigrantes. No es cierto que, recorriendo el mundo, fotografiándolo y filmándolo, no encontremos esencialmente en nuestros viajes, como en el famoso albergue español, lo que nosotros mismos habíamos llevado allí: imágenes y sueños.
Poco tiempo atrás, Disney Corporation ganó un concurso organizado por el ayuntamiento y el Estado de Nueva York para la edificación de un hostal, un centro comercial y de ocio en Times Square, así como la remodelación del barrio. Lo que más destaca en el proyecto de los arquitectos de Disney es que instala el mundo de Superman, con su arquitectura caótica y atravesada por rayos galácticos, en el corazón de la ciudad, como componente normal de ella. Algunos periodistas
notaron que el nuevo Times Square era fiel a la estética de los centros de ocio ya instalados en Estados Unidos. Fuera de los debates sofisticados sobre el sentido de la obra, el efecto Disney se toma en serio y se constituye en autoreferencia para el futuro. Se riza así el rizo: de un estado en el cual la ficción se nutría de la transformación imaginaria de lo real, hemos pasado a un estado en el cual lo real se esfuerza en reproducir la ficción. Bajo este diluvio de imágenes, ¿queda aún sitio
para la imaginación?
Hay que concluir, y tal vez matizar o corregir, el sentimiento de pesimismo un poco distante que pueda advertirse en mis palabras. No me siento, propiamente dicho, ni distante ni pesimista; quisiera convencerlos formulando dos observaciones y contándoles una anécdota.
La primera observación es que la sociología real, o si lo preferimos, la sociedad real, es más compleja que los modelos que intentan dar cuenta de ella. Digamos que en la realidad concreta, los elementos que justifican o dirigen la elaboración de modelos interpretativos no se excluyen sino que se sobreañaden.
En la realidad, tal como la podemos observar concretamente, nunca hubo desencanto del mundo, nunca hubo muerte del Hombre, fin de grandes relatos o fin de la historia, pero hubo evoluciones, inflexiones, cambios y nuevas ideas, a la vez que reflejos y motores de cambios. No se debe confundir la historia de las ideas ni la de las técnicas con la historia a secas. Estemos tranquilos: la historia continúa.
Quizá incluso, en un sentido (si prestamos atención al hecho de que desde ahora su horizonte es el planeta en su totalidad), podamos adelantar que es sólo ahora que comienza, que sólo ahora sale de la prehistoria. Si la realidad de hoy tiene a menudo la apariencia de un espectáculo, de una
película o de un show, si podemos tener la sensación de que por la extensión de los espacios de anonimato, de los espacios de la imagen y de la comunicación, la historia condena a muchos humanos a la soledad, y por la globalización de la economía a muchos también (a menudo son los mismos) a la exclusión. Sin embargo, podemos sin duda sacar fruto de una lección que autoriza, me parece, la experiencia antropológica: el individuo solo es inimaginable y su existencia imposible. Salvo algunas excepciones, los humanos no se perderán en el centelleo de los medios de comunicación. Y tanto si se confirma el sentimiento de déficit simbólico, de debilidad social que nos invade a veces (pero ya Durkheim...), podemos estar seguros de que unas recomposiciones simbólicas y sociales se operarán por vías múltiples e invisibles. Sí, para lo mejor y para lo menos bueno, la historia continúa.
Sin duda la historia de mañana, como ya la de hoy, será recorrida por una doble tensión, entre sentido y ciencia, por un lado, soledad y solidaridad, por el otro. La ciencia, al contrario del mito y de la ideología, no tiene nada para tranquilizarnos:
avanza desplazando las fronteras de lo desconocido, y está claro que hoy en día resucita vértigos pascalianos al descubrir en la intimidad del individuo la suma de sus determinantes (estamos cartografiando el genoma humano), justo en el momento en el cual la astrofísica vuelve a actualizar la idea de lo infinitamente grande.
No estamos más en la época del totemismo y de los símbolos elementales, en la época donde la naturaleza proporcionaba fácilmente un lenguaje a la organización de los hombres. Pero hay que vivir, seguir "cultivando nuestro huerto", como decía Voltaire, y para eso afrontar la necesidad de lo social, pensar lo cotidiano a una escala humana, es decir, en algún sitio entre el individuo y lo infinito: no reelaborar lo social.
La historia de ahora en adelante (y es un hecho sin precedentes) será conscientemente la del planeta percibido como planeta, como minúsculo elemento de un sistema entre una infinidad de otros sistemas. Pero por esta misma razón, la aventura, mañana, seguirá siendo una aventura identitaria: la relación entre unos y otros será más que nunca un desafío.
Hace algún tiempo tuve la suerte de tratar mucho con un grupo de indios yaruropumé en la frontera de Venezuela y Colombia. Aislados, casi sin recursos, es-tos indios celebraban casi cada noche una ceremonia, el Tôhé, durante la cual un chamán viaja soñando a la casa de los dioses. Por la mañana cuenta su viaje, que a menudo tiene una meta concreta (pedir la opinión de un dios, recuperar el alma robada de un hombre o de una mujer enfermos, tener noticias de un muerto), y describe el país de los dioses.
Este país es una ciudad donde circulan coches silenciosos entre las altasconstrucciones iluminadas. En los cruces, la comida y las bebidas son entregadas a discreción. Total, este mundo de dioses es una imagen magnificada de Caracas donde estos pumé nunca han ido, pero de la cual han recolectado algunos ecos o algunas imágenes interrogando a visitantes u hojeando revistas encontradas. Así, nuestras ciudades han invadido el imaginario de estos indios. Pero son ciudades de ensueños, en su doble sentido. En la realidad, cuando algunos de estos pumé dejan su campamento, paran a las puertas de la ciudad, en las chabolas donde los televisores les proponen, a todas horas, sustitutos a las imágenes de sus sueños, ficciones abandonadas por sus dioses. El sueño y la realidad se degradan conjunta-mente. Las ciudades de los sueños indios no son
más reales que los indios de los sueños occidentales y juntos se desvanecen. Pero este doble malentendido demuestra, a su manera, que nos hemos vuelto todos
(trágicamente, desigualmente, pero ineluctablemente) contemporáneos. Es la historia de esta contemporaneidad, rica en esperanzas y cargada de contradicciones, la que hoy empieza.

FUENTE ORIGINAL : http://www.memoria.com.mx/129/auge.htm